Quizás muchos cacereños lo desconocen, pero tienen ligada a su tradición una de las romerías más antiguas. Los cultos a Santa Lucía ya estaban datados en 1522 en su ermita, situada en una zona de especial oración atravesada por la Vía de la Plata y las Cañadas Reales, donde también se levantan las ermitas de San Jorge, Santa Olalla, Santa Ana y San Benito. Ayer, como cada segundo domingo de mayo, volvió a celebrarse una nueva jornada romera. «Aldea Moret ha puesto todo su cariño para mantener esta tradición, pero es una romería de toda la ciudad y los cacereños deben tomar conciencia», explicó el párroco, Miguel Ángel González.

El sacerdote, responsable de la parroquia de San Eugenio (Aldea Moret), animó a conservar «la memoria histórica de la ciudad» y puso como ejemplo el ímpetu de esta barriada que ha mantenido en pie la ermita de Santa Lucía, con empeño y tesón. Ayer, numerosos vecinos ejercían un año más de voluntarios para que nada faltase.

En las estancias anexas a la ermita, Guille y Nati no daban abasto vendiendo dulces a fin de obtener beneficios que ayuden a las causas de la parroquia. «Tenemos 300 coquillos, 300 Palmas de la Santa, 300 roscas y ricas magdalenas con aceite de oliva y pepitas de chocolate», explicó Nati, que junto con su hermana Olga ha cogido el relevo de su madre para preparar los coquillos solidarios.

Los dulces se vendían como rosquillas antes incluso de la misa y la procesión, que volvieron a reunir a numerosos devotos. Seguidamente comenzó el besaojos a Santa Lucía, protectora de la vista, muy venerada por devotos incluso de otros municipios.

Mientras, en el lateral de la ermita, María, Pepi, Castillo y Cati atendían la tradicional tómbola, que volvía a entregar un regalo tras otro gracias a las donaciones de las tiendas y los vecinos, también para fines solidarios. Por 1 €, los romeros se llevaban juguetes, bolsos, correpasillos y hasta una ‘cocinera’ y un microondas.

Este año, la Asociación de Vecinos Santa Lucía también se ha implicado de forma muy especial, instalando una barra donde los vecinos degustaban ayer sabrosas morcillas, panceta, prueba, sardinas y otras delicias que no pueden faltar en una romería que se precie. Se trata de un colectivo especialmente activo con diversos proyectos para dinamizar el barrio. «Las ayudas municipales son mínimas porque hay muchas asociaciones vecinales, con mil euros no podemos hacer nada, por ello hoy recabamos fondos sin ánimo de lucro destinados a las iniciativas del barrio», explico el presidente, Javier Moreno.

También la mesa de ofrendas era ayer generosa en dulces, vinos, licores y embutidos donados por las gentes de Aldea Moret. Sin duda, un día a pedir de boca.