Afortunadamente murió en el intento, pero lo cierto es que aunque sólo fuera en forma de mini , un tornado pasó por Cáceres. Y lo hizo en la Montaña. Y allí estaba un cacereño para fotografiarlo. Los cambios climáticos que azotan la Tierra han hecho mella en Extremadura, donde ya son frecuentes este tipo de fenómenos, según relata Adolfo Marroquín, director del Centro Meteorológico Territorial, que aclara que este último tornado no encontró las condiciones favorables para evolucionar y que "murió antes de ver la luz".

La fotografía fue captada a principios de esta semana entre las 17.30 y las seis de la tarde en la Sierra de la Mosca, mirando hacia el pozo de la Esmeralda y la urbanización Ceres Golf. En la instantánea se aprecia el comienzo del torbellino de viento (o embudo) que da origen a los tornados. Estos torbellinos suelen desarrollarse debajo de los cumulolimbos o grandes nubes de tormenta de cima aplanada, que pueden alargarse hasta los 15.000 metros por encima del suelo. Producen fuertes chubascos, tormentas, granizo o tornados.

Si el aire en rotación hubiese sido lo suficientemente potente, el tornado se habría desarrollado hasta alcanzar el suelo, lo que hubiera podido ocasionar importantes daños. No obstante, la duración de estos fenómenos es corta en el tiempo. "Pueden durar apenas unos cinco minutos, y en el espacio recorren un kilómetro y medio o dos, no más", dice Marroquín.

El minitornado pasó, pues, de forma imperceptible. Tanto es así que el Observatorio de Cáceres no registró su existencia "ni en presión, ni en viento, ni en ninguna de las variables. Además --insiste Marroquín-- tampoco se ha observado nada a través de las redes del radar y nuestro centro de vigilancia tampoco lo ha detectado".

El desarrollo de los tornados se ve favorecido por la existencia de un aire más húmedo y más cálido de lo normal en niveles bajos, y más frío y menos húmedo en niveles altos. En los últimos años están apareciendo con bastante frecuencia en Extremadura, a consecuencia de las "situaciones climáticamente anómalas en las que estamos metidos", apunta el responsable del centro territorial extremeño. Y añade: "No perdamos de vista que estamos en un contexto de cambio climático. De hecho, el Wilma es la última denominación de la serie de nombres que se guardan para llamar a los huracanes atlánticos, puesto que suma el número 21".