No entiendo muy bien la crispación que se genera con cada asunto debatible; no alcanzo a comprender por qué cada desacuerdo se convierte en una excusa para ridiculizar la opinión diferente; no comparto esa facilidad para alzar la voz y buscar las diferencias con el único propósito de vencer, no de entenderse.

Así que, llegado este tiempo en el que la minoría reclama para sí la razón de la democracia a base de megáfonos y de rodear las instituciones - ¿eso no era acoso? -, le recomiendo acudir a la reflexión serena, porque allí encontrará lo que necesita. No sé qué pensará usted, pero yo tengo la impresión de que un retiro temporal para pasar por una buena «catarsis cívica» es altamente recomendable y tendría unos frutos sólidos y duraderos. No podemos evitar de ninguna manera a los maleducados, a los que, conscientes de la generosidad del sistema, utilizan una y otra vez los bordes legales para perseguir sus fines. Y de eso tenemos ejemplos todos los días.

Mire usted: yo no sé si la zona azul tiene que abarcar más o menos calles, si debe costar diez céntimos arriba o abajo, si la permanencia puede ser de dos, de cuatro o de veinte horas; lo que sí afirmo es que el modelo de rotación de aparcamientos en el centro es el adecuado, el que siguen todas las ciudades homologables a la nuestra y el que indican las instituciones nacionales y supranacionales en sus recomendaciones. Por eso, no se entienden determinadas propuestas que van totalmente en contra del concepto de ciudad moderna y saludable que se pretende, centros urbanos en los que el coche cede paulatinamente su lugar a los peatones, y en los que, poco a poco, el transporte público gana adeptos para su causa.

Eso es imparable, se lo aseguro. Si todavía tiene alguna duda, solo necesita echar un vistazo por los alrededores y se dará cuenta de que, en esto como en otras cosas, también llegamos tarde; de la misma manera que, con prudencia y con sentido común, avanzará la peatonalización del centro, tan necesaria y tan reclamada por los ciudadanos. Y esto ocurrirá con esta corporación y con la siguiente; y con la siguiente; y con la siguiente, porque hay determinadas decisiones que no dependen del color con el que se mire, sino del bienestar de los ciudadanos.

Pero eso sí, mientras tanto, sería estupendo que hubiera un consenso mayoritario en los detalles y que las discrepancias, tan necesarias como útiles, fueran escuchadas en lo que valen. Al fin y al cabo, todos perseguimos el mismo objetivo: mejorar nuestra ciudad. ¿O no?