Una de las preocupaciones recurrentes de los docentes, entre otras muchas porque somos un cuerpo poco agraciado, es cómo mantener la atención de los alumnos dentro del aula. Es verdad que los tiempos han ido cambiando, que lo que les interesa ahora tiene poco que ver con lo que les interesaba hace unos años y que los métodos tienen que, inevitablemente, adaptarse a los tiempos.

Hasta hace poco tiempo un bocinazo, algún taco menor silabeado en el momento justo, podían tener el efecto deseado; ahora puedo asegurarle que los recursos deben ser diferentes, aunque solo sea para que ningún padre modelno y dispuesto a posturear te acuse de provocar ansiedad en la criatura, que todo es posible. Así las cosas, cuando el asunto no tiene la relevancia adecuada y observas algunas bocas que se abren, miradas intensamente perdidas o murmuraciones alternativas, sabes que ha llegado el momento de hacer algo: algún comentario sarcástico, --siempre con mucho cuidado de no herir la sensibilidad del alumno claro está--, una anécdota interesante que les devuelva a la realidad, e incluso alusiones al momento musical, que tanto les atrae y que con tanto trabajo intentamos conocer.

Pues en estas andaba yo el otro día, intentando explicar la relevancia de ‘mayo del 68’, hablando con la emoción y la pasión que el tema requiere, cuando advertí la intensa desconexión de una de mis alumnas, cuya mirada fija alcanzaba más allá de la línea del horizonte... y aun más allá. Sorprendido por el momento escogido, no pude por menos que interrogarla, --pausada y tranquilamente, claro, para no herir susceptibilidades--, acerca del motivo de su manifiesta somnolencia; «me he acostado muy tarde», me reconoció; «¿y eso?», inquirí con el gesto más inocente posible; «estuve con el móvil», me confesó; «ah», respondí comprensivo; «¿y tus padres no te dicen nada?», interrogué cómplice; «no lo saben», contestó sincera; y me puso una sonrisa ideal, como de no haber roto un plato en su vida. Y cuando le pregunté, por fin, si eso le ocurría muy a menudo, torció la nariz y dio por concluida la conversación, con autoridad, como dejando claro hasta dónde. Y volví a ‘mayo del 68’.