Estoy seguro de que, una vez que pasen todas estas «fiebres» y «calenturas» por la unidad de España; y que se olviden las tonterías que se han dicho, en una y otra trinchera a causa del «derecho al voto»- como pedían unos - o de la defensa de la unidad de la Patria, que proponían otros; la mayoría de los catalanes - especialmente los más «sufragistas»-van a pedir que se erija un monumento al Presidente del Gobierno en algún punto importante de Barcelona, por su encomiable campaña en favor de la independencia de Cataluña, y de su separación del resto del País.

Pues nadie puede poner en duda, como tantas veces han reflejado las encuestas, que al principio de la doble legislatura «pepera» eran muy pocos los «catalanistas» que quisieran ser una república independiente fuera de la Unión Europea y con fronteras que los aislasen del resto de la nación; se calculaba que sólo un 25% eran claramente «separatistas». Pero al final del verano, ya superaban el 80 % los que querían ser solamente «catalanes»; sin mezclas ni contactos con los demás españoles. Pues éstos parecían preferir gobiernos e instituciones gestionadas por «imputados» o «investigados» por corrupción, por fraudes o por desfalcos en gran escala, que por gentes honestas, libres de sospechas.

«Dime con quién andas, y te diré quién eres». Reza un viejo refrán castellano, recalcando aquel otro que asegura: «Dios los cría y ellos se juntan»; por el que se señala que la gente que es poco de fiar, suelen apoyarse unos en otros.

Por eso, el futuro «Monumento al Sr. Presidente» que diseñen los barceloneses, no debe limitarse a la figura estilizada y seca de don Mariano, andando con su peculiar estilo «pedestre» de los domingueros; sino acompañado de la «cuadrilla» de ministros, asesores y portavoces que le han secundado - desde un segundo plano - en su heroica cruzada para separar a Cataluña de España.

Insisto en los méritos que asisten a ambas «cuadrillas» - y a ambos Presidentes - para merecer este monumental homenaje. Pues los catalanes, como iniciadores del «proçes», cuentan también con torpezas, insensateces, pasiones y deterioros como para que les erijamos una estatua a todos ellos en lo más alto del «lupanar» que han ido creando con declaraciones, mentiras, insultos y actitudes ambiguas, con el fin de cambiar a Cataluña en algo que nadie sabe qué va a resultar.

Y cuando digo «nadie» es porque ni ellos mismos saben muy bien que va a resultar de este desdichado «proçes».

Actualmente, Cataluña es una de las regiones más bellas de la Península Ibérica; por sus paisajes, por sus costas y playas, por sus monumentos, por su nivel cultural e intelectual, por sus tradiciones, su lengua y la amabilidad de sus gentes. Tanto es así, que también es Cataluña el espacio turístico más demandado y visitado por los extranjeros, y hasta por los españoles.

Entonces: ¿Qué quieren cambiar?. Sería totalmente ridículo que la «República Catalana Independiente» destruyera todo esto o lo aislara, con fronteras y aduanas, de las gentes que desearan conocerlo.

Es muy explicable que lo que quieran los catalanes sea «independizarse» del gobierno y de los manejos del Partido Popular. Deseo loable que solo se puede solucionar con unas «elecciones generales» en las que nadie les vote.