Bueno y con Hornillo y Villalobos. Se lo advierto al ayuntamiento, que está haciendo obras en esas calles del Cáceres tradicional. Porque en ellas, y en Caleros y de Santiago, fui niño y adolescente. O sea, los mejores años. En Villalobos vivía Rafa Valiente, cuya familia sabía mucho de toros, y Migue, en cuya domicilio jugábamos al Palé. Pero además había una carpintería en la que nos abastecíamos de maderas para fabricar las escopetas y espadas necesarias para las batallas habituales. En Hornillo vivía la entrañable familia Ríos; allí estaba el horno al que íbamos a por el pan con la cartilla maquilera. Entrabas y olía a pan calentito y a pipas tostadas. Siempre había un par de sacos de pipas de los que robabas un puñado. ¿Qué decir de ´la Cuesta´? Pese a la extensión de nuestra casa pasábamos el día en la calle. O en el taller de los Cesteros. Aunque lo más frecuentado era el cuchitril, donde la Salvaora vendía chucherías. Palacazú, chochos y regaliz. Comenzaba la calle con la vivienda del señor Justo y la señora Agustina y acababa con la de los Terrones. En los bajos de la nuestra vivía Juan, el cartero poeta. Y enfrente ´La Larga´ que tenía una hija muy guapa.