La cocina extremeña en general y la cacereña en particular se han vestido de luto. Uno de sus creadores más genuinos y carismáticos, Eustaquio Blanco, murió ayer en el hospital San Pedro de Alcántara a los 70 años de edad, víctima de una grave enfermedad. Hoy, a las 10.30 horas, en la iglesia parroquial de San Juan, paradójicamente enfrente del restaurante El Figón, que tanta fama y prestigio le dio, tendrá lugar su funeral.

La muerte del empresario y cocinero causó ayer una honda conmoción en la ciudad. Querido y admirado por sus colegas de profesión, todos coincidieron en señalar que Eustaquio, como era popularmente conocido, dejará una huella imborrable en la gastronomía regional, pero también en el ámbito personal por su humanidad.

Eustaquio Blanco Rosado (Cáceres, 1939) es una referencia indiscutible de la cocina en Extremadura. Su trabajo ha sido públicamente reconocido en los últimos años, desde que recogió la Medalla de Extremadura en el año 2007 hasta casi sus últimos días, ya que a finales de junio sus hijas, emocionadas, fueron las encargadas de recoger el Premio a la Trayectoria Empresarial que concede EL PERIODICO en su gala anual.

Su forma de entender los fogones han sido un modelo a imitar. Su mano derecha como jefe de cocina y quizá alumno más aventajado, Manuel Espada, ha subrayado su capacidad de sacrificio, que le ha llevado a ser considerado, por encima de sus condiciones de especialista, como "gran compañero" de trabajo.

SIN HORAS "Para él nunca ha habido horarios; él ama su profesión", ha enfatizado el propio Espada. Hasta que ha tenido fuerzas, se le ha podido ver a diario en el restaurante que abrió hace tres años y que lleva su nombre, una de las máximas satisfacciones de su carrera y algo en lo que le han ayudado extraordinariamente sus cuatro hijas y su mujer, Mari Angeles.

Tal ha sido la admiración de compañeros, amigos y familia que ya el pasado marzo le tributaron un emotivo homenaje sorpresa, al que no faltaron ni siquiera profesores con los que coincidió, hace más de 45 años, en la Escuela de Hostelería de Madrid, donde cursó estudios.

Blanco ya había aprendido en años anteriores, desde muy niño, de las enseñanzas de su madre, Francisca, que le inculcó su capacidad de sacrificio. Antes de los 10 años, recordaba el propio Eustaquio a menudo, ya trabajaba en el negocio familiar. Su precocidad y talento siempre han ido de la mano.