La fiesta del Febrero con la que el próximo viernes se abrirá el carnaval cacereño tendrá una ausencia significativa. Esta es una jornada dedicada a las lavanderas y la madrugada del sábado, día 10, murió la última de las mujeres que desarrollaron esta profesión en la primera mitad del siglo XX. Agustina Sáenz --La Colorá -- fue enterrada ayer, a los 98 años, tras una misa oficiada en el tanatorio San Pedro de Alcántara.

Tras varios años sin celebrarse, el Aula de la Tercera Edad de la Universidad Popular --que editó un libro al que pertenecen las fotografías reproducidas en esta página-- recuperó el día de las lavanderas en 1989. Esta jornada en la que se quema un pelele lleno de paja era antaño el único día libre que tenían estas trabajadoras de escasos recursos económicos. El Febrero --como se bautizó al pelele y como se conocía la jornada festiva-- nació como un gesto de rechazo a un mes de clima inestable. Y es que ellas, hiciese frío, calor, lloviera o tronara estaban con sus cestos de ropa en Fuente Hinche, Beltrán, La Madrila, Concejo, Fuente Fría o Rocha.

El ayuntamiento ha tenido varios gestos hacia las lavanderas, como la instalación de una escultura que representa a una de ellas con facciones cansadas en Aguas Vivas o dar el nombre de este colectivo a una avenida.

A todas se las conocía por un apodo, La Clavera , La Chata , La Patilla o La Carambanita fueron algunas de estas mujeres. Agustina era La Colorá , mote que le fue asignado por el color de su pelo. Su vida no debió de ser nada fácil. Murieron tres de los once hijos a los que dio a luz pero tuvo el coraje de sacar adelante a los otros ocho a base de esfuerzo. Del suyo y del de su marido, que trabajaba en el cebadero de Los Chapaos, en la plaza Italia, cargando el ganado y llevándolo a la estación de tren. La vida le reservaba otro mazazo. Se quedó viuda con poco más de 50 años, el más pequeño de sus hijos tenía entonces 12.

En los últimos años sufría pérdidas de memoria "pero nunca olvidaba el lavadero", comenta una de sus nietas, la que lleva el mismo nombre de su abuela, Agustina.

Junto con el resto de su numerosa familia despidió ayer a La Colorá , la última lavandera de Cáceres.