El pasado 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, se llevó a cabo en Cáceres la mayor manifestación que se recuerda protagonizada por mujeres en defensa de sus derechos y por la igualdad. Una concentración que, de una vez por todas, pretendía que los poderes tomen medidas sobre cuestiones como los malos tratos y la brecha salarial o para erradicar, para siempre, los asesinatos de mujeres a manos de maltratadores. Un hecho que nos obliga a recapacitar sobre el camino recorrido por la mujer hasta llegar a esta situación. Un camino que no ha sido fácil, sino todo lo contrario. El papel tradicional de la mujer, como esposa y madre, formaba parte de un itinerario marcado desde su nacimiento, con soporte religioso, que trascendía a todos los aspectos de su ciclo vital. Por ello cada vez que he ido encontrando documentos del pasado, referidos a mujeres diferentes, he tratado que no quedasen inadvertidos, para no olvidar que hubo mujeres que, poniéndose el mundo por montera, iniciaron caminos que hasta ese momento les estaban vedados.

El 13 de octubre de 1919, el periódico local, El Noticiero, publicaba una reseña donde informaba que por primera vez dos mujeres habían participado en un mitin obrero en Cáceres. Se trataba de Isabel Reyes, que era sastra y Francisca Pérez que era modista, ambas militantes de UGT. Isabel defendió con entereza la dignidad de sus compañeras y reprochó los atropellos cometidos por los patronos sastres. Francisca alentó a las modistas a la unión y pidió que en Cáceres cesara la apatía femenina para este tipo de actos. Para el redactor de El Noticiero «escuchar a estas dos oradoras nos da la sensación de que vivimos en otro mundo que no es el nuestro, el de este Cáceres tan calladito». Isabel y Francisca no sabían que se estaban ganando un lugar en la historia de la ciudad en la que vivían, tampoco parece que les importara mucho. Estaban iniciando un camino por el que también recibieron críticas y fueron objeto de murmuraciones diversas.

El 21 de agosto de 1936, fue sacada de su casa por la fuerza Jerónima Rubio “La Moñica” vecina de las Tenerías Bajas, de profesión lavandera. Nunca volvió de un viaje que debió finalizar en alguna cuneta cercana a la ciudad. Su delito era muy simple, pertenecer a la Casa del Pueblo y haber tratado de concienciar a sus compañeras de fatigas sobre la necesidad de organizarse para hacer valer sus derechos, cambiar sus duras condiciones de trabajo y conseguir mejoras en sus salarios.

El 10 de diciembre de 1818, la actriz Antonia Vázquez, en nombre de sus compañeras de elenco, se dirige a la Junta de Teatros de Cáceres, formada por miembros del ayuntamiento y el clero, para solicitar que al igual que se realizaban actuaciones el día de Nochebuena en los demás teatros de España, se autorizase que su compañía, exclusivamente formada por actrices y denominada “Las Contenidas”, a realizar una función en el teatro Principal de la ciudad para poder “ remediar su mala suerte “, matizando que la obra a representar se realizaría exclusivamente “por sí solas”. Un hecho raro en el pasado farandulero de la villa, que nunca vio con buenos ojos la presencia de mujeres en los escenarios. Han sido muchas las mujeres anónimas y rebeldes, que en tiempos peligrosos, contribuyeron a darle visibilidad a los problemas que encontraban en una sociedad injusta. Va por ellas.