El alcalde Saponi ha instalado otros dos muñequinos en la ciudad feliz y ya van no sé cuántos. Don José María pasará a la historia como el alcalde de los muñequinos. Que se remodela una plaza, que se inaugura una rotonda, que hay que hacer un homenaje... No hay problema, se pone un muñequino y todos contentos.

El ayuntamiento cacereño ha encontrado en un taller sevillano de esculturas la solución artística para adornar la ciudad, pero en vez de encargar un par de figuras, parece haber comprado el lote completo de la Barbie: la Barbie minera, la Barbie avutarda, la Barbie nazarena, la Barbie que lava, la Barbie que baila...

La escuela sevillana

Cada año, Antonio Rubio se trae una figura nueva de Sevilla para el paso de la Sagrada Cena y Saponi se trae un muñequino nuevo para un paseo, para una plaza, para una acera. Es la escuela sevillana de la imaginería, que está convirtiendo Cáceres en su satélite.

El propio alcalde parece un tanto mosqueado con tanto muñequino y en la inauguración de la pareja de danzarines de El Redoble, en la remozada Concepción, pareció curarse en salud cuando avisó de que aquella escultura también era arte, lo cual nadie pone en duda, lo que sale de ojo es que parece ser el único arte.

De todas maneras, Saponi sigue siendo un tipo listo que conoce los gustos estéticos conservadores de sus votantes. Porque la mayoría de los cacereños lo que quieren es entender las esculturas: si se hace un homenaje a la minería, nada mejor que poner un minero, y si se quiere reconocer el baile de El Redoble, pues se colocan dos joteros.

Si por la ciudad feliz fuera, Picasso se habría muerto de hambre, de Dalí se conservarían sus cristos y de los impresionistas, un par de paisajes. Y si no, ahí están los casos del museo Vostell y del Paseo de las Esculturas del parque del Príncipe, dos ejemplos de arte moderno que ni se promocionan, ni se valoran.

En el reciente documental Cáceres monumental , emitido en el canal Viajar , la popular presentadora Francine Gálvez mostraba el parque del Príncipe, pero no aparecía para nada el Paseo de las Esculturas, brillante iniciativa de un equipo anterior de Saponi que en otras ciudades se habría convertido en un emblema, como sucede en Pontevedra con la Isla de las Esculturas, que no tiene nada que envidiar al paseo escultórico cacereño, pero en aquella ciudad lo presentan como el Summa Artis y aquí, parece como si no existiera.

Para más inri, en los muñequinos de la plaza de la Concepción hay una lápida con un par de errores lingüísticos: Cáceres está escrito sin tilde (las mayúsculas también se acentúan) y falta un determinante. Aunque a la hora de la verdad, todos estos detalles se entienden en la ciudad feliz como rabietas de tiquismiquis.

Los cacereños se sienten orgullosos cuando ven a los turistas hacer cola para fotografiarse con la Leoncia. Y el pasado viernes, mientras el Cristo de los Estudiantes pasaba por la Concepción con Carlos Floriano cogiendo el relevo como hermano de carga, los turistas intentaban fotografiar la procesión encuadrando en un mismo plano los muñequinos, el paso y los nazarenos.

Porque se podrán criticar los gustos falleros del equipo de Saponi, pero lo cierto es que en Santiago los visitantes se entusiasman con las dos Marías, dos figuras típicas de Compostela que el escultor César Lombera ha colocado en un paseo. En Oviedo, El Viajero de Urculo o el muñeco de Woody Allen son más fotografiados que la catedral y hasta en la moderna Amsterdam también tienen muñequinos en la Spuistraat.

La diferencia es que en esas ciudades, los muñecos conviven con collages urbanos, creaciones de vanguardia y otras opciones artísticas, mientras que en la ciudad feliz parece que estéticamente nos hemos quedado en los muñequinos.