Un etonian me sentí escuchando el viernes, gracias a la Orquesta de Extremadura, ´Pompa y Circunstancia´, de Elgar. Banda sonora de actos en la Pérfida Albión, refleja la doble personalidad del Imperio Británico: los jardines de Kent y la Batalla de Isandhlwana. Tumulto y celeridad, luego, abriéndose paso entre el alboroto, suenan elegantes los compases anunciadores de una marca de ginebra, y una voz en off nos recuerda que todo es, con el permiso de Inglaterra. Las manos de Roberto Díaz parecían murgaños --araña cabezona y con las patas finas y rápidas-- bailando sobre el mástil de su instrumento cuando interpretaba el concierto para viola de Walton. Mucha tristeza en el primer movimiento; en el segundo, la viola se impone a la orquesta con la destreza del solista; en el tercero, luces, destellos, pinceladas que relucen para mostrar al mundo que la entereza viene de la mano de la música. ¿Y si el tiempo en Shostakovich tuviera forma? En Rusia hay que creer, escribió Tiútchev. Fuimos esclavos, emocionalmente y bajo la dirección de Jesús Amigo, de la Sinfonía nº 5 del maestro ruso. En el moderato, Stalin, o el terror, planea sobre todo: superación y sometimiento. Percusión, vientos, vibración. En el allegretto se silba, y eso que venimos de la perdición. El largo es irrepetible, subyugador, terrible. El allegro ma non tropo final es menudo y gigante, humano, demasiado humano.