A los pies del Nazareno no paran los besos: uno, dos, tres, cientos, miles... No pasan diez segundos sin que alguien se acerque a la imagen, y así durante quince horas, desde el amanecer hasta la medianoche. El besapié al Nazareno se celebra hace setenta años en Santiago y siempre ha sido uno de los actos religiosos más concurridos de la ciudad. Durante décadas las colas llegaron a la plaza Mayor, y el año pasado, coincidiendo con el cuarto centenario de la imagen, casi alcanzaron la plaza del Duque. Ayer, pese a la lluvia y a las complicaciones de las obras que convirtieron el acceso en un verdadero peregrinaje, 7.000 devotos acudieron a su cita.

"No podemos faltar de ninguna manera, tengo 65 años y de niña ya venía con mi abuela. Si nos mojamos, nos secamos y punto. Yo al Nazareno no le fallo", comentaba Manuela en las puertas del templo. Por la mañana el trasiego era continuo. Ciudadanos con paraguas y chubasqueros ocupaban la iglesia. "Nos está sorprendiendo la cantidad de gente pese a las inclemencias", confesaba el mayordomo, César García. Por la tarde comenzaron a formarse las colas en las calles adyacentes. "De toda la vida he sentido una devoción grande, grande", explicaba María, sentada cerca de la imagen. "La Montaña y el Nazareno son mucho en la ciudad", añadía su amiga Consuelo.

Y ello pese al mal estado de la zona de las Cuatro Esquinas, donde las obras dificultaron realmente el paso. Aunque la cofradía se había dirigido al ayuntamiento para que se facilitara el acceso de alguna forma, lo cierto es que una excavadora mantenía ayer cortada la calle del Duque, la mayor parte de la plaza del mismo nombre y Sancti Espíritu. Tan sólo se podía pasar por un corredor de apenas dos metros en Gabriel y Galán, y al llegar a Muñoz Chaves por una acera de un metro (el resto estaba cortado o con grava). "¿No han podido poner unos tableros?" "Por aquí no cabemos todos", se quejaban los transeúntes. En cambio, sí se adecentó el paso en las obras de la trasera de Santiago, y la cofradía habilitó rampas para la entrada de los ancianos y los impedidos que llegaban en vehículos colectivos.

"Venir hoy no es fácil, indica que la fe en el Nazareno sigue fuerte", afirmó el mayordomo. Todos los asistentes recibieron la tradicional estampa, este año con una imagen de las dos tallas titulares de la cofradía y con una oración del pregonero de la Semana Santa 2010, el obispo Francisco Cerro. A media mañana las repartía Juan Rufo, jefe de paso del Nazareno desde hace dos años. "Llevar la imagen es maravilloso, lo mejor que podía esperar. La salida es para vivirla, es para estar ahí...", declaró.

Arriba, en el altar, la imagen ocupaba el centro de una cuidada composición de terciopelos rojos, flores sencillas (margaritas, mimosas, plantas silvestres...) y los extraordinario faroles de alpaca plateada del taller sevillano de Manuel de los Ríos, que escoltan el paso en la madrugada. El Nazareno, talla de reconocido valor realizada por Tomás de la Huerta en 1609, llevaba su mejor túnica de terciopelo morado y oro bordada a mano en un convento hispalense. Su besapié vuelve a anunciar, un año más, la llegada de la Semana Santa.