En primer lugar quiero agradecer las múltiples muestras de cariño que me ha manifestado tanta gente. No voy a citarlos a todos aquí porque sería tarea imposible... El fin de semana ha sido increíble. El teléfono no ha parado de sonar. A todos muchísimas gracias. Sobre el hecho en sí, yo todavía no alcanzo a comprender tanta violencia. Se barajan varias hipótesis, hay quien dice que pudieron ser ultras, por algunas manifestaciones que yo hubiera dicho en su contra, otra que al vivir junto a personas con profesiones de riesgo y además ser amigos míos, pudiera ser que me hubieran confundido con alguno de ellos porque cuando empecé a decirles: ¡que soy Pepe, que soy Pepe!, aunque me propinaron algunas patadas más, se fueron. Eso me hace pensar que, o bien escucharon algún ruido de algún coche, o que no me conocían. Bueno, eso es lo que yo pienso.

También hay quien afirma que pudiera ser que al perder su equipo de fútbol, ya que ese día jugaba la Copa del Rey, vinieran o pasados de alcohol o de drogas, me echaran la zancadilla para hacer una broma y al verme en el suelo se asustaron y en un acto reflejo, en lugar de echar a correr se despertaran en ellos sus bajos instintos y se liaran a golpes conmigo para evitar que les identificara. Yo quiero entender que no iban a por mí, y que tampoco eran delincuentes habituales, porque si no, me hubieran robado el móvil, la cartera o el dinero y no lo hicieron. Pero en fin, todo son elucubraciones.

Aunque tengo profundos dolores por la rotura de la clavícula, pudo haber sido peor si llegan a ser lesiones interiores: los riñones, el bazo o el hígado. Por suerte lo del ojo no ha sido tan grave, lo del oído tampoco y los cuatro dientes se ponen y punto. No quiero que lo que me ha ocurrido a mí genere alarma social entre la población cacereña, me aventuro a pensar que ha sido un desgraciado accidente.

Y si digo esto es porque tenemos la suerte de vivir en una de las ciudades más seguras del país y esta calidad de vida hay que mantenerla como sea. Evidentemente, hechos tan lamentables como éste hay que erradicarlos de raíz y atajarlos de inmediato porque si no, con el tiempo, se escapan de las manos y entonces no hay remedio que valga. Ojalá que los tres sujetos se hayan asustado por la dimensión que ha adquirido mi caso y no lo vuelvan a hacer nunca más, aunque sinceramente lo dudo.

Por otro lado, si ha llamado tanto la atención este lamentable hecho es porque, afortunadamente, aquí no ocurre casi nunca nada. Y esperemos que siga así durante mucho tiempo. Lo mío ocurre en Madrid, Sevilla, Barcelona o en Alicante y la gente ya ni se sorprende, porque desgraciadamente está acostumbrada a oír todos los días que han ocurrido secuestros, atracos, una violación o un asesinato. Y en Cáceres tenemos la fortuna que hoy por hoy no ocurre nada de eso. Y esperemos que no ocurra jamás.

No obstante, si ya en los colegios hay jóvenes que pegan constantes palizas a los más débiles, las graban en los móviles y las cuelgan en internet, pues qué se puede esperar de esos descerebrados cuando alcancen la edad adulta. Vayámonos preparando porque se puede esperar de todo.

Por mi parte, no voy a obsesionarme con el tema e intentaré olvidarlo lo más pronto que pueda y, en la medida de lo posible, seguir haciendo la vida que venía haciendo hasta ahora, aunque seré un poco menos confiado, pero sin ningún tipo de miedo. No quiero que este desdichado accidente cambie para nada mi modo de ser y de pensar. Lo que lamento es que no podré tocar la guitarra por lo menos en un mes.

Por otro lado, me ha trastocado los planes que tenía a corto plazo, ya que he sido nombrado de nuevo por el Ayuntamiento de Bilbao jurado de sus Carnavales y por este suceso no podré ir. Ni tampoco a Sevilla, donde estaba invitado a los Premios Max de Teatro, por culpa de la rehabilitación de la clavícula. Pero bueno, así tendré más tiempo para terminar La leyenda de la princesa de Moctezuma que, por cierto, si alguien la tiene por ahí por favor que me la haga llegar que no la encuentro por ninguna parte.