El próximo 4 de diciembre de acuerdo con el RD 1/2013 y la ley 8/2013 todos los edificios deberán cumplir unas condiciones básicas de accesibilidad. No va a ocurrir. Ni siquiera los espacios públicos cumplirán la ley. Poco o nada han hecho nuestros cargos electos para que el próximo 4 de diciembre tuviéramos algo que celebrar.

La accesibilidad no es un capricho, no es una pose para mostrar sensibilidad hacia las minorías. La lucha por la accesibilidad es la lucha porque nuestras ciudades dejen de ser cárceles repletas de celdas para gran parte de sus habitantes, para los niños, para los ancianos, para los enfermos y, especialmente para quien sufra cualquier discapacidad cognitiva, sensorial o física.

Debemos entender que si una amiga no puede venir a visitarnos simplemente porque físicamente no puede acceder a nuestra vivienda se trata de un problema que nos afecta a todos. Ella perderá nuestra hospitalidad y nosotras la posibilidad de que nos atienda si enfermamos. Todas esas situaciones no se producirán y los lazos que se cimentan sobre ellas, el trabajo, la amistad, el amor, quedarán en el limbo de lo que pudo ser. Al eliminar la igualdad de oportunidades hacemos que nuestra sociedad sea peor, bastante peor de lo que podría ser: no sólo nos privamos de la aportación de muchos, además interiorizamos el egoísmo, la despreocupación por el otro.

Cuando hablamos de derechos hablamos de la esencia de lo que conforma nuestra sociedad. No hablamos de solidaridad, hablamos de igualdad. Como bien subraya el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad la accesibilidad universal es una cuestión de derechos humanos porque su ausencia es una limitación arbitraria de la libertad de parte de nuestros conciudadanos, una discriminación.

Los espacios, los productos y los servicios son accesibles si su diseño garantiza que puedan utilizarse autónoma y cómodamente por cualquier persona. Lamentablemente, algo tan elemental como la forma en la que construimos nuestras ciudades y nuestros edificios crea ciudadanos de primera y de segunda categoría. Sólo los primeros pueden disfrutar del medio que los rodea sin impedimentos, con calidad, con autonomía y con seguridad.

Pero lo peor de todo es que no hay ninguna razón, ninguna, ni siquiera económica, para privar de ese disfrute a tantas personas: no estamos hablando de sierras escarpadas o desfiladeros, estamos hablando de espacios moldeados por la mano del hombre. Ha sido nuestra mano la que ha sembrado el espacio urbano de barreras. Barrera significativa de esas que cuando no tienes problemas no ves.

Actualmente, la accesibilidad ha dejado de ser sinónimo de supresión de barreras físicas para adoptar una dimensión preventiva y amplia, generalizable a todo tipo de espacios, productos y servicios. Por otra parte, se trata de una variable fundamental para garantizar el cumplimiento del principio de igualdad de oportunidades, convirtiéndose paulatinamente en un reconocimiento general, como mejora de la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Desde el punto de vista poblacional, podemos decir que la accesibilidad es fundamental para un 10 % de la población, para un 40 % es necesario y para el 100 % es confortable. La accesibilidad es una necesidad para personas con discapacidad y una ventaja para todos los ciudadanos, aunque pueda pasar desapercibida.

(*) El pleno del ayuntamiento aprobó en su sesión del jueves una moción de CACeresTú con compromisos sobre accesibilidad