La cena de empresa no debe aprovecharse para dar malas noticias. ¿Cómo se pueden sentir y digerir la comida los comensales si se anuncia un recorte de personal que les afecta?

La calidad del encuentro no debe rebajarse excesivamente. Si hemos celebrado en años anteriores una gran cena, invitar a unas cañas en la tapería de la esquina resulta ridículo.

No elegir por los compañeros. Si ofrecemos un menú excesivamente escaso y selecto a quienes prefieren un buen chuletón nos estamos equivocando de pleno.

Es preciso tener presente hasta los gastos extra. Si celebramos la cena en un restaurante desconocido en medio de la nada al que haya que ir en taxi estamos añadiendo gastos extra.

Otro error es celebrar la fiesta en la propia empresa. Los empleados se sienten cohibidos ante el orden jerárquico.

No contratar a un organizador cuando se trate de un gran acontecimiento es otro error. Con un profesional los trabajadores no tendrán que perder tiempo en la organización.

La cantidad y la calidad del menú hay que supervisarlas. Es necesario dejar claro y por escrito lo que se va a servir, no solo en calidad sino en cantidad. Una buena comida no garantiza el éxito, pero si es mala sí garantiza un fracaso.

No incluir alguna actividad participativa es un error. Una vez acabada la cena lo mejor es tener alguna actividad para que los empleados de todos los departamentos interactúen.