Comunicarle que este año es uno de los mineros a los que se rendirá homenaje supuso para Julián Valle Cebrián "una gran emoción" y, al mismo tiempo, la evocación de "muchos recuerdos". Se sintió, reconoce, muy feliz, "me puse muy contento y me sentí también agradecido por el reconocimiento", al tiempo que a su memoria volvieron los 12 años, 7 meses y 24 días --los tiene perfectamente contabilizados-- que pasó en las minas de Cáceres, donde comenzó a trabajar con tan solo 16 años, y que no dejaría hasta su cierre, cuando contaba 29.

Asegura que trabajar en las minas "fue durísimo", se trabajaba "a destajo", recuerda, y "todo se hacía a mano, pues entonces no había las herramientas que hay ahora y tenías que emplear tu cuerpo para tareas que eran realmente duras".

Aunque él entró como pinche, pues solo tenía 16 años y "la ley no permitía trabajar en la mina a esa edad", nada más cumplir los 18 pasó a la cuadrilla y durante los 11 años siguientes todo sería "carga y descarga, a destajo, sin parar..., realmente duro".

Sobre el porqué de su entrada en la mina tan joven, señala que fue porque su padre, también minero, al igual que su abuelo, estaba enfermó --moriría de silicosis-- y al hijo mayor de un minero fallecido o enfermo "se le metía automáticamente en la mina".

Ese fue su caso. Entró en la mina con 16 años y salió de ella cuando la cerraron, "lo que obligó a muchos mineros a marcharse a Alemania y Suiza". El optó por presentarse a las pruebas de la Guardia Civil, Cuerpo en el que ingresó y que, junto con su mujer y su primera hija --después tendría otra hija y un hijo-- le llevaría primero a la academia de Ubeda y después a Castellón.

Hoy, según señala, saldría hacia Cáceres para el acto del domingo, que espera "muy emocionado" y en el que, aunque no podrán acompañarle sus hijos, no estará solo, pues en la ciudad siguen residiendo un hermano y una hermana.