Ni las procesiones de Semana Santa, ni la bajada y la subida de la Virgen, ni el Womad, ni la feria... El momento estelar en que las esencias de la ciudad feliz se manifiestan cada año llega la noche del cinco de enero y es la cabalgata de Reyes Magos. Ahí se condensa la filosofía de lo cacereño en toda su pureza: el paso del cortejo mágico demuestra que en Cáceres, lo verdaderamente importante es tener un pretexto para salir, para ver y verse, para mirar, lo de menos es la calidad o la consistencia de ese pretexto.

Con la cabalgata de Reyes cacereña se puede decir que nunca tan pocos congregaron a tantos. Una comitiva formada por seis carrozas, un par de bandas de música, dos docenas de pajes y una decena de furgonetas y utilitarios es capaz de reunir a 40.000 personas. No se sabe de ningún otro caso en que tanta futilidad movilice a toda una ciudad de manera tan catártica.

Entre los miembros de Ara , que suelen abrir el cortejo, y dos operarios de Conyser , escobón en ristre, que suelen cerrarlo, no hay más de 200 metros, pero la exigua procesión consigue congregar a la mitad de la población cacereña entre Las 300 y la plaza de toros.

EN LOS AÑOS VEINTE

Precisamente del coso taurino partían las cabalgatas cacereñas de los años 20, que es cuando este evento comenzó a tomar importancia en la ciudad feliz . En aquel tiempo, el desfile acababa en la plaza Mayor y le daba gran realce la presencia de la Guardia Civil a caballo en traje de gala y de la banda de cornetas y tambores del regimiento de Segovia.

Desde la Guerra Civil hasta la muerte de Franco, el grueso de la cabalgata estaba formado por los jóvenes de la OJE y era el Frente de Juventudes quien solía estar detrás de su organización. Con la democracia, entidades como la Hermandad de Donantes de Sangre, Cruz Roja, Alcer, Ara o Dya se unieron al evento.

En la cabalgata cacereña de Reyes casi no hay participación ciudadana. En el cortejo sólo desfilan unos pocos pajes y no se ven ni colegios, ni asociaciones de vecinos, ni grupos juveniles, algo que sí sucede en otras capitales y villas de menor trapío, pero de más compromiso con las actividades ciudadanas públicas.

Según fuentes de diversos grupos juveniles cacereños, la organización de la cabalgata no invita a participar en el desfile regio a la OJE, ni a la media docena de grupos scouts (sólo participa Sant Yago), ni a otras sociedades. Sea culpa de los organizadores, sea culpa de la desgana colectiva, lo cierto es que con la cabalgata de Reyes se cumple esa máxima esculpida en el subconsciente de la ciudad feliz que dice: "Sal, mira, ve y disfruta, pero no participes ni te signifiques".

Eso sí, en lo que nadie gana a Cáceres ni a los cacereños es en el despendole que se organiza poniendo como disculpa el paso de seis carrozas y 50 personas. Las familias se echan a la calle emocionadas, palmotean, ríen, compran golosinas y pasteles, luchan por los caramelos que lanzan los monarcas, reviven la infancia dichosa y culminan la fiesta yéndose a cenar con los niños a uno de los siete locales de comida china de la ciudad feliz , que esa noche hacen su agosto. Hasta el punto de que el último restaurante asiático en abrir ha planificado las obras para estar a punto no para la feria, la Navidad o San Jorge, sino para la tumultuosa noche china de Reyes.