En el Calerizo (La Cañada, Vistahermosa, Nuevo Cáceres, etc.) la escorrentía pudo ser algo menor por la mayor filtración del agua de lluvia que soportan los conductos de disolución de las rocas calizas, frente a las pizarrosas e impermeables del resto de la ciudad. Pero esto solo se produce cuando las precipitaciones caen pausadamente. En este caso se impone solo la topografía, originándose mayores inundaciones en zonas más bajas, donde confluyen varias calles y la red de colectores.

*Geólogo.

El miedo se apoderó de los cacereños con la tromba de agua y granizo que cayó el jueves por la noche sobre la ciudad. El episodio histórico hizo recordar la riada de Badajoz, que afectó a toda la comunidad el 6 de noviembre de 1997. Fue un día trágico en la región que acabó con 23 víctimas mortales, pérdidas millonarias y miles de familias destrozadas que perdieron sus casas, negocios y enseres personales.

Sin duda fue la peor pesadilla que ha vivido Extremadura en toda su historia. La fuerza del agua y el viento hizo que se desbordaran los ríos Rivilla y Calamón en Badajoz a su paso por el Cerro de Reyes, Matamoros, carretera de Sevilla, Pardaleras y San Roque; el Bonal en Valverde de Leganés o el Guadiloba en Cáceres. Y el temporal de lluvia y viento afectó a todos los rincones de la región, arrasando todo lo que el agua encontraba a su paso. La mayoría de las víctimas fallecieron ahogadas.

Tras aquella noche infernal, la región despertó en un estado de catástrofe: árboles y letreros caídos, parques inundados, coches empotrados, calles embarradas, cortes de tráfico. Y en todos lados, caras desoladas intentando despertar de aquel infierno. Las instituciones pacenses y extremeñas pidieron la declaración de zona catastrófica y se declararon tres días de luto oficial. Una imagen parecida a la que vivió la capital cacereña antesdeayer.

En 1997 una de las instantáneas más espectaculares la ofreció el Guadiloba: el agua saltaba por encima de las compuertas. Y es que en pocas horas entraron en la presa once millones de metros cúbicos, más de la mitad de su capacidad. Durante aquella noche cayeron en Cáceres 128 litros por metro cuadrado, los vientos alcanzaron los 165 kilómetros por hora y la ciudad estuvo aislada durante horas por cortes en las redes telefónicas que tardaron días en repararse. Ese día el caos también se apoderó de la ciudad y policías y bomberos llegaron a efectuar más de 300 salidas.

Afortunadamente ni la noche del 6 noviembre del 97 ni la del pasado jueves hubo que lamentar víctimas mortales en la capital cacereña. Eso sí, los daños materiales en ambas tormentas fueron enormes. De hecho, en 1997 se abrió una cuenta para ayudar a los damnificados y contribuir así a paliar la situación. Las muestras de solidaridad procedentes de todo el país fueron cuantiosas.