«Los espejos sirven para verse la cara, el arte para verse el alma», dijo el escritor irlandés Bernard Shaw, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1925 y de un Oscar en 1938. Es sanante que la plaza Marrón se haya convertido en un espejo maravilloso en el que podernos ver cada día el alma. Es un milagro que han hecho posible Julián Gómez y su mujer, María Gil, en estos tiempos de incertidumbre en los que se cierran fronteras a los refugiados y en los que el arte tiene tantas cosas que contarnos, no para solucionar el mundo sino para verlo con otros ojos.

Julián Gómez es un artista autodidacta de una gran trayectoria, aunque en esta entrevista se muestra como el niño que descubre a cada paso la vida. En su galería, tan blanca, inmaculada, bellísima... él ha recuperado la luz. Durante este tiempo (siete años), Julián se había dedicado al campo de la restauración en el Palacio de los Golfines de Abajo, sede de la Fundación de Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, que ha venido a llenar un espacio necesario de arte en la ciudad monumental cacereña. Pero Julián no es nuevo en esto, le avalan sus premios de pintura (no olvidamos el de 2003 de Caja Extremadura con Juan Manuel Bonet presidiendo el jurado), de manera que verlo regresar a sus orígenes es una buena noticia.

Claro que no es habitual que hoy se abra una galería de arte cuando la mayoría de ellas se cierran. ¿Pero hay algo más elocuente que apostar por las ideas de uno? Dentro de esta galería de techos altos se ven las obras en todo su esplendor, es como un cajón cargado de luminosidad donde la pintura se siente en plenitud, descubres todos y cada uno de sus pliegues, su fuerza... y te llenas, te llenas como cuando bebes un buen vino o charlas con un amigo de las cosas bonitas de la vida.

La galería se llama Kernel. En la teoría del potencial, el núcleo de Poisson o kernel de Poisson es un núcleo integral, utilizado para resolver el problema de Dirichlet en dos dimensiones. Y sí, Kernel es el núcleo del arte en la plaza Marrón, que se abre con el objetivo de tratar al artista como ese amigo que recibes en casa. Lo tratas bien, le ofreces el mejor sillón, el plato más delicado, velas y música de fondo... Por eso Kernel es una melodía para el arte, con una programación de cinco exposiciones al año que se prolongan durante dos meses cada una de ellas.

Y para empezar, Alejandro Corujeira (nacido en Buenos Aires en 1961 pero habitante de Madrid desde 1991), reconocido en Miami y Nueva York. Casi cien años después de los albores de la abstracción, Corujeira realiza hoy una pintura que no pretende la representación de la apariencia de objetos o lugares concretos que puedan ser reconocidos, pero no por ello se aleja de la experiencia de la mirada... Un lujo, sin duda, al que sucesivamente seguirán Terencio González, Struan Teague, Tess Williams y Andrés Talavero, un coctail de elitismo de arte contemporáneo que llega al núcleo del arte en Cáceres y es bueno para verse el alma.