Pertenecen a distintas generaciones pero a todos les une la plaza Mayor. Han crecido pisando sus piedras, fueron testigos de sus cambios y ahora asisten a la cuarta remodelación del espacio público por excelencia de la capital cacereña desde que Gómez de Santa María, catedrático de Dibujo, hizo el primer diseño en 1842.

Con la esperanza de que recupere el atractivo de antaño, un grupo de ocho ciudadanos reflexionan sobre lo que la ciudadela ha supuesto en sus vidas. Desde el humorista José Luis Franco, Franquete , que acudía ilusionado a su primera cita, a Humphrey , vocalista de Los Niños de los Ojos Rojos, que nunca olvidará el concierto que la banda extremeña ofreció en el festival Play! del 2008. También María Jesús Ortiz, del restaurante Chiara, que disfrutó de aquellos domingos por la mañana cuando, de niña, paseaba con sus padres entre los árboles.

Para Fernando Jiménez, historiador y archivero municipal, en la plaza Mayor se fraguó la Transición. "En estos bares se reunían los que todavía tenían que decir en voz baja que eran demócratas, de izquierdas o con unas tendencias sexuales distintas", recuerda. En su memoria guarda con cariño cómo aprendió a cambiar cromos o sus primeros tebeos: Roberto Alcázar y Pedrín y El Capitán Trueno . En su opinión, la plaza debe seguir siendo "un lugar de concentración de los ciudadanos", convencido de que no perderá "ese sentido central de ágora en el desarrollo de la vida de la ciudad".

A José Luis Franco, de 61 años y de profesión funcionario, le gustaba jugar al rescate entre las columnas de los soportales. Saboreó en su juventud los callos del bar Manso y los pasteles de la Salmantina y bailó en las verbenas al ritmo de la orquesta de Pedro Cámara. "Eramos muy felices, muy felices", afirma con la nostalgia del que sabe que aquellos años nunca volverán.

Para los mayores

Franquete cree que la plaza no debe ser un lugar enfocado solo al turismo sino también a los mayores. "Me preocupa su futuro", reflexiona, mientras pide que se faciliten accesos para los que acuden al hogar del pensionista.

A punto de cumplir 64 años, Jesús Sansón venía a jugar en los años 50 desde San Blas. Regentó durante media vida el mesón Extremeño, vendió miles de litros de cerveza y, ahora, ya jubilado, se sigue sintiendo parte de ella. "Soy de la época de los gorgoritos y las aventuras", recuerda. Ahora, tras haber vivido las sucesivos transformaciones, le gustaría que no hubiera más.

Para Jaime Naranjo, consejero de Cultura entre los años 1988 y 1993, la plaza Mayor ha sido un lugar de "aprendizaje, lúdico y de encuentro". Cada día la cruza para llegar a Boxoyo, editorial de libros antiguos que trasladó en el 2005 a una de las viviendas de la ciudadela con vistas al empedrado. Naranjo recuerda aún cómo iba a jugar a fútbol a San Mateo y los cambios que fue experimentando con el paso del