En el edificio situado en el numero 8 de la ronda de San Francisco todavía huele a quemado, después de una semana del incendio que mantuvo en vilo a los vecinos de la quinta a la novena planta. Desde entonces, y debido al agua que utilizaron los bomberos para sofocar el fuego, el ascensor no funciona: "Tengo 50 años y cada día subo más de cuatro veces", afirma indignada Mercedes Pérez, que vive en el séptimo piso. Pero ella no es la única. Sesenta y siete vecinos del inmueble suben a diario las empinadas escaleras, 40 de ellos residentes en la zona más afectada por el incendio.

"Aquí sólo han venido a limpiar tres pisos de los 11 dañados por las llamas", señala Juan Burgos, que fija su mirada en las paredes a las que el humo ha ennegrecido totalmente como si fueran chapapote. En el 6º A, donde se originó el incendio, la puerta está abierta. Los daños del fuego impiden cerrarla y cualquier persona puede acceder fácilmente a la vivienda. Todavía quedan restos de enseres, muebles quemados y un fortísimo olor a plástico chamuscado. Parece que nadie ha entrado allí desde el día del siniestro. En la cocina, los alimentos están esparcidos por el suelo y la parte superior de la televisión aparece derretida como un helado.

Pero la habitación que ofrece peor aspecto pertenece a la mujer de 35 años, a la que salvó de morir asfixiada Ricardo Cabello, un joven de 18 años que vive en el piso superior. El techo está apuntalado para evitar que se desplome. Mientras tanto, los vecinos no olvidan la angustia vivida.