Leo revistas del ramo y se me ponen los dientes largos: todo es inversión en cultura y exploración artística, todo es fomentar lo ya habido y abrirse hacia nuevos horizontes, todo va encaminado a hacer más crítica a la sociedad, que esa es la función del arte- y todo eso ocurre fuera de aquí. Que haya en Cáceres (¿2016? ¿Y por qué no 2046 como la película del maestro Wong Kar-way?), una orquesta de cámara que se arriesgue a existir, que programe y que suene, lo saludo como algo necesario para nuestra salud.

El domingo pasado --¡a ver quién es el guapo/a que programa un evento en ese día!-- la Orquesta de Cámara Ciudad de Cáceres con sus 14 integrantes y su director, Rubén Fernández, nos dieron la alegría musical de la semana, además, el bis, fue zarzuelero, -en este baile de chulapas y de horteras-.

Comprimieron el programa en una sola parte por cuestiones de logística, había que hacer la cena, pero escuchamos al talentoso prete rosso, Vivaldi, siempre jugando; a Carlos de Seixas, no muy programado por estos lares; a Mozart, arrollador siempre, mágico y acurrucante en sus sublimes andantes; a Elgar, una excelente maravilla redescubrir su Serenata para cuerdas. Op.20 ; y por último la suite Capriol de Warlock, una hermosa obra contundente, golpeadora y desafiadora --una curiosidad, hay un libro titulado Warlock , de Oakley Hall, sobre la frontera norteamericana en 1881, también es contundente, golpeador, desafiador y al final, casi redentor, pero no--. Gracias orquesta.