"Gracias, gracias, gracias, no sabéis lo que esto significa para mí". A Yolanda Fernández Meneses apenas le salía ayer la voz del cuerpo mientras veía la silla de ruedas motorizada que estaba a punto de recibir de manos de la directora provincial de la Organización Impulsora de Discapacitados (OID), Verónica Valero "y gracias a la solidaridad de mucha gente", le recalcaba mientras ayudaba a que se instalara en ella.

La silla de ruedas que Yolanda Fernández ya disfruta vale 500.000 boletos no premiados y cuesta unos 9.000 euros "que no siempre pueden pagar quienes las necesitan y las subvenciones son pocas y lentas", señalaba Valero. Por ese motivo, la OID impulsó esta iniciativa a través de la cual ya ha entregado tres sillas motorizadas a discapacitados en Cáceres "aunque en esta ocasión se ha logrado en un tiempo récord", destaca la directora, que incide en la doble finalidad de "ayuda y reciclaje" del proyecto.

En tiempo récord

Normalmente la espera es de unos tres años, que para Fernández se han reducido a 18 meses eternos, el tiempo que han tardado en reunir en la sede de Cáceres los 500.000 boletos necesarios. Por eso se emocionaba ayer al ver un obstáculo menos en su lucha diaria con una enfermedad degenerativa y con la independencia que esta le roba. Le diagnosticaron esclerosis múltiple degenerativa hace tres años, después de pasar por varios médicos y que no encontraban la raíz de esos dolores que ella achacaba al trabajo. "Me dedicaba a la hostelería y pensaba que los dolores en las piernas se debían a las horas que pasaba de pie, hasta que un día me desvanecí, sin más", recordaba.

Una punción lumbar reveló entonces que los dolores que atosigaban a esta mujer de 41 años estaban provocados por esa enfermedad "la más dañina dentro de las del sistema nervioso y en una fase muy avanzada", según explica ella misma. Ahora se ha agravado con una parálisis en el lado derecho de su cuerpo que le limita aún más el movimiento.

"El primer año de la enfermedad es brutal y se pasa de todo por la cabeza porque te conviertes en una persona dependiente para todo, y eso se traduce en que tú --por ella-- sufres porque necesitas a una persona las 24 horas, pero también tu familia", señalaba. En su caso, su pareja, José Ruiz, dejó de trabajar para poder atenderla. Es él quien empujaba habitualmente la silla de ruedas convencional que usaba. "Además está el dolor, --continúa--, que unido a la limitación de movimiento te anula".

Ayer no había dolor, solo planes. "Ahora podré salir a la calle sola y voy a hacer cursos, y a trabajar donde pueda, tendré más autonomía y también la tendrán ellos", explicaba en relación a su familia. Por eso se apresuraba a resolver sus dudas: "¿y cómo cargo la batería de la silla?, ¿para qué sirven estos botones?", preguntaba instantes después tomar la silla. "Es que no solo es la libertad física, sino también la de aquí", decía señalando su cabeza.