Los Bravo forman una familia emprendedora por excelencia, un matrimonio y seis hijos que han sabido crear negocios de éxito en Cáceres, evolucionar con los tiempos y renovarse cada día. José Antonio, Pablo y Fernando Bravo son los hermanos titulares de la sociedad Bravo Hostelería, que engloba a las empresas Catering San Jorge, Aralia y pastelería La Guinda. Pablo relata los inicios, la situación actual y los nuevos proyectos ahora en desarrollo.

--¿Y todo comenzó en....?

--Curiosamente en la Central Nuclear de Almaraz. Mi padre, José Antonio, y mi madre, Fernanda, se quedaron con la gestión del comedor hace 40 años, y aunque éramos muy niños comenzamos a ayudarles. Dábamos 900 comidas diarias. Un problema de salud nos hizo volver a Cáceres y mis padres se quedaron con el comedor de la Residencia San José. Mi padre, que había llevado la representación de marcas de alimentos de calidad, abrió también los Supermercados Bravo en Moret, Rodríguez Moñino y grupo Izarra. Los hijos combinábamos los estudios con estas ocupaciones y así conocimos la alimentación y nos llegó la vocación por la hostelería. Hace 29 años mi padre vio que la restauración en Cáceres estaba floja, había poca variedad, y abrió el restaurante El Puchero en la plaza Mayor.

--El Puchero fue un 'boom', las mesas se llenaban, está en muchos álbumes familiares...

--Sí, era asequible y a la vez de calidad, con una carta muy amplia. Por eso abrimos otro en Virgen de la Montaña que también se llenaba. Uno de nosotros se tenía que dedicar solo a la lista de espera y cada mesa se montaba tres veces por la mediodía. Luego abrimos el tercero en el Centro Comercial Ruta de la Plata, en 1991, una apuesta tremenda en la que invertimos 100 millones de las antiguas pesetas. Fue el primer self service y funcionó muy bien durante 21 años. El Puchero ha significado mucho para nuestra familia, pero vimos la necesidad de cambiar horizontes y se han ido cerrando para dejar paso a otros proyectos.

--Entonces llegó el catering...

--Sí, aunque los inicios del Catering San Jorge son difíciles de precisar porque comenzamos a ofrecer este tipo de servicios con El Puchero en los 90. Hace doce años ya lo vimos muy claro y construimos unas instalaciones de 3.000 metros cuadrados en Las Capellanías con una cocina muy amplia para poder atender las puntas de producción de hasta cuatro bodas por fin de semana. Nos supuso una inversión de 700.000 euros, pero fue el lanzamiento del catering. Se trata de un negocio complicado, hay que adaptarse al cliente, a los tiempos, no vale todo, debes tener muy claro qué quieres hacer. Hay que desplazar personal, material, amoldarse a cada espacio, pero nos gusta y atendemos todos los ámbitos, desde congresos y eventos (acabamos de dar un cóctel para la Organización Mundial del Turismo) hasta bodas, comuniones, bautizos, celebraciones en casas particulares, servicios para una decena de personas...

--Hace tres años se quedaron con el Complejo Alvarez, hoy Aralia. ¿Ustedes no paran?

--Tenemos mucha ilusión en el proyecto, estamos invirtiendo en la mejora de interiores y exteriores: 3.400 metros cuadrados de salones y 15.000 de jardines. Hemos cambiado su concepto, ahora no está abierto al público, solo a las celebraciones privadas, pero se puede contratar desde una boda o evento profesional hasta un cumpleaños tipo cóctel o un cocido para doce personas. La idea es que la gente pueda disfrutar plenamente de las instalaciones sin horarios ni multitudes. Aquí no hay prisas.

--Y además le ponen 'La Guinda' a sus negocios...

--Sí, nos quedamos con esta pastelería en Virgen de la Montaña y la verdad es que marcha muy bien. A veces nos hemos planteado franquiciarla porque nos los piden desde Mérida, Badajoz...

--¿Ese espíritu emprendedor se tiene o se aprende?

--En hostelería no te puedes dar por satisfecho, mis padres nos enseñaron a mirar al frente, a intentar adelantarnos a los tiempos. A media que el sector se renueva hay que invertir, seguir creciendo y crear puestos de trabajo. Es nuestra vida y no la entendemos de otra forma. Acabo de disfrutar en Madrid Fusion viendo todo lo que se hace en el planeta. La cocina se desnuda en Internet, todo el mundo aporta, es un sector apasionante...

--Resulta curioso que sean capaces de iniciar tantos proyectos, con sus complicaciones, manteniendo la unidad familiar...

--Nuestra empresa es nuestra familia. Mis padres nos lo inculcaron así, pero no solo entre nosotros, tenemos muchos empleados que son de casa, llevamos toda la vida juntos. Los hermanos hablamos continuamente, nos reunimos... En casa nos enseñaron a ser humildes, por tanto no imponemos nuestra forma de pensar, transigimos, no priorizamos el beneficio, no hay roces. Mis padres nos formaron de modo que no nos cedieron la empresa, nos involucraron en la empresa, hicieron un equipo de trabajo que dura y creo que durará.

--¿Cuál es la situación de la hostelería en Cáceres?

--Muy buena, ilusionante, sobre todo este año con el título de Capitalidad Gastronómica. Se ha dado un salto muy grande en determinados establecimientos, se ha apostado por la calidad. El turista puede encontrar algunos restaurantes punteros a un nivel que no envidian a nadie. Pero hay que ir más allá, la capitalidad debe servir para dar a conocer la ciudad y sus productos. Todos los hosteleros debemos pensar que es un año de inversión, no de cazar al turista. Nosotros hemos puesto en marcha las 'Cenas Clandestinas': diez menús con diez de los mejores chefs de Cáceres y espectáculos en director, sorpresas... Los comensales sólo saben el día y la hora, pero el lugar lo conocerán seis horas antes del evento. Para nosotros supone una inversión, es lo que toca ahora.

--¿Qué le falta al sector en la capital cacereña?

--En cocina se ha avanzado mucho, pero el servicio en sala tiene muchas carencias y la principal culpa es de los hosteleros. Tenemos que estar más unidos para poner remedio con propuestas de formación. Por cierto que está en el aire la creación de una asociación de empresas de catering, debemos sentarnos y hablar.