Si eras varón hacías párvulos en el Corazón de Jesús que estaba en La Conce, hasta que tenías edad para trasladarte al San Antonio de Padua que estaba en Margallo. Allí te recibía Gabriel de la Dolorosa Calvo, un fraile cachas, que tenía un palo que definía con el siguiente latiguillo: "Bálsamo del Perú, medicina ideal que quita la gandulitis de manera radical" , vamos, que en pocas horas y por la cuenta que te tenía distinguías entre la Y y la LL, y te sabías de pe a pa El Quijote , El Catecismo y Mi dictado .

Luego estaba el padre Luciano, que vigilaba el Estudio. Sobre él corría la leyenda de que había sido boxeador y, claro, las pegaba como panes.

El padre Serafín Chamorro era el prefecto, dirigía la Sala General de Estudiantes y ¡pobre del que no se supiera las canciones de la misa del domingo en los ensayos!. También estaban el padre José, el padre Lázaro, el padre Florencio, que daba Química y apodaban El Feo por la fórmula del Oxido Ferroso (FeO), el padre Barrios, el salao de Chapete y el padre Tomás, el pastelero, que era lego, le faltaban dos dedos de una mano y vigilaba el estudio principal de los internos.

Después estaba fray Antonio Corredor, conocido por unos como El cabra y por otros como Ordine frati minori ; ese tenía los llamados Bonus: 10 bonus eran canjeables por un 0. Así que aquello era un poco cutre y más que una clase parecía la Oficina Siniestra.

También daban clase el padre Luis Blanco, que fue director, frágil y blancuzco, el padre José García, el padre Camilo, don Angel, El Bata ...

En esas aulas estaban Luis Casero, Luis Acha, Paco Martín, Currino, Asunción, Inocencio Luis, Justo Puig, Angel Amarilla, Paco Mangut... Y después se sumaron Joaquín Municio, hoy profesor del colegio, José Luis Bernal, Eulogio Salgado, Enrique Fernández Cañada, Basilio Sánchez, Gabriel Candela, Jesús Palomo...

La llegada del fraile

Un día, a finales de los 60, llegó al colegio un fraile nuevo de Religión. La Religión era entonces una asignatura de un rigor semejante a la Gramática. "Soy fray Pacífico", dijo aquel hombre suavecino , enjuto y con gafas que bajó del estrado a los pupitres.

Comenzó a hablar a los chicos de educación sexual y aquella misma semana se le ocurrió llevarlos a la Montaña junto a un grupo de chicas del Paideuterion femenino, regentado por don Isidro Martín Maza y que estaba cerca del San Antonio. A los chavales, claro, se les hicieron los ojos chiribitas. El primer año organizó un campamento a García de Sola y se trajo a alumnos suyos (entre ellos el poeta cordobés Manolo Gaete) de un colegio de Fuente Ovejuna, en Córdoba, donde había estado destinado el cura.

Entonces solo existían campamentos de la Delegación de Juventud. Tenían un toque marcial: formación ante las tiendas, toque de silbato para comer... pero los campamentos de Pacífico eran de otra pasta, nada que ver con el sentido piramidal de la autoridad sino lugares abiertos a la creación artística donde hasta la religión se analizaba con sentido crítico.

Al tercer año se hizo campamento mixto y llevaron a una señora que representaba al Estado, una convidada de piedra que vigilaba cualquier desmán. Pacífico trabajaba como el que más, dormía como el que menos. Enclenque en apariencia aunque robusto, llevaba calcetines hiciera frío o calor y la naturaleza era su medio. Tras García de Sola llegó Descargamaría, el campamento al que desde entonces acudirían miles de jóvenes.

Pachi , como así lo conocimos, se iba de viaje con sus alumnos y recorría Europa. Vamos, que Pachi era como la Institución Libre de Enseñanza pero a lo cacereño. Pacífico era director espiritual del colegio. En la planta baja del pabellón antiguo tenía un despacho lleno de partituras, de guitarras (una era eléctrica y hasta tenía bafles), sus colecciones de sellos... Un desorden inmenso, un oasis en mitad del desierto, un lugar de encuentro conocido como La sala del Pachi .

Pacífico quería acabar con la ñoñez de la época. Por eso sus exámenes también eran peculiares: al final siempre te pedía que le contaras un chiste. O un joder podía escapar de su boca para remover a los muchachos, para que salieran de la atonía y el conservadurismo.

Eran los años de profesores como don Roberto, que daba Naturales, Emilia Rubio, entonces una jovencísima profesora de Francés, o don Cecilio, excelente profesor de Matemáticas.

El San Antonio era un colegio a la antigua usanza, de aspecto destartalado, con techos altos y habitaciones para los internos. El internado era muy semejante a una instalación cuartelaria: amplísimos salones, de ambiente frío y desangelado, con sus taquillas, sus camas y sus servicios, pero con un aire de compañerismo y camaradería.

Internos: unos héroes

Los internos eran auténticos héroes para los externos. Habían dejado sus pueblos para venir a estudiar a Cáceres, mantener su beca, ¡descubrir las Américas!. Internos famosos fueron Luis Tobajas, Enrique Cañadas.... El internado lo llevaba el padre Echevarría, un fraile corpulento, vasco de pura cepa, al que no le temblaba la mano pero apreciado por los alumnos.

Echevarría fue el impulsor de la pelota vasca, deporte que se practicaba en los campos de tierra que luego se convirtieron en pistas deportivas donde también tuvieron cabida el fútbol y el baloncesto (que era el deporte estrella del cole). En el recreo también se jugaba a los bolindres, se intercambiaban cromos de Historia Sagrada , Fauna y Flora y, cómo no, de futbolistas.

El fin de semana internos y externos se repartían entre las pelis del Astoria y el baile en Fauno´s y Bol´s, discotecas de moda de La Madrila. Así que el colegio era como el útero materno del que salían los alumnos "a explorar un mundo tentador", eso decían los curas. Eso sí, los miércoles de ceniza eran sagrados. Implícita llevaban aquella frase terrible de "Polvo eres y en polvo te convertirás" con la que te hacían una cruz en la frente.

En aquella época estudiaba en el colegio Juan José Sanz, hoy abogado en Madrid, hijo de un ingeniero agrónomo al que destinaron a Cáceres durante la construcción de la presa de Valdesalor. Sanz vivía en Obispo Segura Sáez, muy cerquita de la cafetería El Clavero del Hotel Alcántara. El formaba parte de la expedición que el padre Pacífico llevaba los domingos a Aldea Moret a jugar con los chavales en la mina y a escuchar misa en San Eugenio.

En Ingreso de Bachillerato te ponían en fila, si te sabías la lección liderabas la fila. En esa fila: Antonio Hernández Mancha, que fue líder del PP, Pablo Vioque Quesada, el propio Sanz, Manolo Campos, magistrado de la Sala de lo Contencioso del Supremo, Julio Barbancho, listo y brillante que falleció en accidente, Manolo Alonso, de los del hotel Jamec de Pintores, y Pedro Almodóvar, el director de cine, que era igual que ahora: autodidacta, loco, ocurrente.

Las niñas

Si eras niña no podías entrar en el San Antonio hasta COU. El COU estaba en el pabellón derecho, arriba del todo. El padre Monesterio daba Filosofía, el Drácula , Griego, y luego estaban Tomás, Serradilla, el padre Felipe...

Casi todas las chicas que llegaron al San Antonio eran de Las Carmelitas. Las que pertenecían a la generación de 1967 fueron de las primeras en aterrizar: Teresa Bravo, Elena Nevado, hija de Nevacam, Cristina Izquierdo, Jacqueline García de Arco (hija de Juanito, el de Lux) y Silvia Alonso, hija de Anita Juárez, profesora de Inglés.

También estaban Piluca Martínez, Chelo Sánchez, Nieves García, casada con Cuco Ledesma, hijo de Pedro Rodríguez de Ledesma, Eva Berrocal, que es broker en Madrid...

También fueron a COU Regina Durán Falcón, hija de Luis Durán, el de la SGAE, y su prima Regina Hernández Falcón, que llaman Yiyi . Las dos procedían de la Zapatería Falcón, que estaba en Donoso Cortés, donde está ahora la Librería Picapiedra.

En las clases: Jesús Carlos Bravo, Chuscar, director del hotel Don Fernando, Campón, Borrego, Antonio Durán, violinista, Manolo Rey, Juan Angel González, Pepe Bravo, Antonio Cortés, Jorge Pavón, Carlos Romero, de Allianz Seguros, Enrique Fernández, Ñete Bohigas, Guadalupe Pareja Obregón, que eran 12 hermanos, Quique Sáez, el de Kike´s, Alex Hernández Renner, el de la Academia Morgan, y Manolo Muriel, de los Siriri, que ahora vive en Miami.

Formaban parte del San Antonio Isabel Alamillos, inspectora de Hacienda, Beatriz Alvarez Barco, de Optica Barco, o Cristina Jiménez-Guervós, hija de un abogado que tenía el despacho en Clavellinas. También pasaron por el cole Javier Quintanilla, Piti Hurtado, Javi Malla, Nacho Puras Abad, Pedro Prieto, Pedro Emilio Polo...

En el súper de Las Cuatro Esquinas se compraban bocatas y los fines de semana se salía por la plaza: al Duque, al Extremeño, la Gata Flora y a un bar que llamaban El Caquero, por lo zarrio que era. Se bebían tequilas y taconazos.

Paco Hurtado, Carlos Ortiz, Martínez-Blay, Jesús Doncel, que falleció, Javier García, Tache, Javier Fernández... Todos fueron al San Antonio de Pachi, que imprimía en este diario su propio periódico: Hermano Papel .

Eran los años de fray Manolito, Hipólito, Arévalo, de profesores como Alviz, Bravo, Puri Otero, García Romero y Agusti Valiente. Años que el pasado lunes volvieron a recordarse cuando Cáceres nombró hijo adoptivo de la ciudad al padre Pacífico, aquel fraile que un día llegó a clase de Religión para levantar un oasis en mitad del desierto.