Hubo un tiempo en que cualquier ciudad, pueblo o villorrio extremeño tenía méritos, situación y demanda suficiente como para que la Junta se viera en la obligación de erigir en él un palacio de congresos o un auditorio, lo que condujo a que por estos lares haya capacidad de celebrar más congresos de los que se convocan en Europa y no haya orquestas suficientes para programar la temporada.

Naturalmente Cáceres no podía quedar fuera de ese reguero de edificios. Poco importaba que en esta ciudad existiera ya un lugar emblemático, sin igual en España, del que todos los congresistas que le habían frecuentado se hacían lenguas, el conventual de san Francisco. Al parecer era necesario ampliarlo y no lo permitía el plan de urbanismo. ¿Alguien puede creer que en unos tiempos en los que el plan de urbanismo se reformaba cada día a gusto de cualquiera no pudiera reformarse para esta necesidad y el terreno se haya destinado a aparcamiento?

El caso es que se afrontó la construcción de un palacio de congresos, que a su vez sería auditorio y no sé cuantas cosas más. Desde la inauguración se hicieron patentes sus carencias siendo la más llamativa la desastrosa calefacción del recinto que obligaba a los espectadores de algunas butacas a llevar ropa de abrigo e incluso mantas, y colocaba a los músicos al borde de la pulmonía.

El amplio espacio del que gozaba no era aprovechado de acuerdo con las previsiones, de modo que otros más listos decidieron malgastar ingentes cantidades de euros en adecuarlo para macro palacio de congresos y mega auditorio no solo cubierto, sino también al aire libre. La situación tras acometer las obras es la que usted ya sabe. Los conciertos deben celebrarse en los pasillos debido a la mala climatización y no sabemos si el número de acontecimientos que se celebran en él compensa de alguna manera el dispendio y supera los celebrados en san Francisco, porque a lo peor no hay palacio, ni auditorio, ni congresos.H