En el año 2001, sólo 2.000 espectadores acudieron en la ciudad feliz a los conciertos de música clásica celebrados en el Gran Teatro. Es una cantidad vergonzante si tenemos en cuenta que la cifra total en España fue de 5.400.000 espectadores, 250.000 más que el año anterior. De ellos, 44.000 asistieron al Gran Teatre del Liceu de Barcelona.

El coliseo operístico catalán es la estrella del glamour musical en España con sus palcos selectos y sus plateas sublimes. El Gran Teatro de Cáceres no es quizás tan espectacular, pero no le falta encanto palaciego. Y, sobre todo, disfrutar de una principesca entrada de palco para toda la vida es mucho más barato.

El pasado 20 de octubre comenzó en Cáceres la primera temporada de abono de conciertos de música sinfónica en la historia de la ciudad. Por 60 euros, el precio más barato de un abono en España, los habitantes de la ciudad feliz pueden asistir a 10 conciertos de altísimo nivel y disfrutar de violonchelistas como Asier Polo, que emocionó a 220 espectadores este domingo con un concierto de Elgar tras cosechar hace un mes aplausos y elogios críticos ("grande entre los grandes", lo calificaba Enrique Franco) en el Auditorio Nacional de Madrid (577.000 espectadores en el 2001).

El precio medio en España de una entrada para escuchar una orquesta es de 16,95 euros. En el Gran Teatro, por 9 euros, 6 si es con el abono, se puede disfrutar de la música desde un palco preciosista y decadente que nada tiene que envidiar a los del teatro Regio de Parma o de la ópera de Munich.

Sólo 100 cacereños han comprado sus abonos esta temporada. Pero en los dos conciertos matinales celebrados por la Oex, la asistencia de público ha crecido un 100% con respecto a las sesiones filarmónicas matinales del año pasado. A este ritmo, los compradores de abonos serán unos privilegiados como sucede en el Liceo de Barcelona, donde desde hace un siglo no quedan buenas plazas libres.

CIEN CACEREÑOS

Cáceres no fue una ciudad completamente feliz hasta que no contó con su Gran Teatro, inaugurado un Día de San Jorge del año 1926. La fiebre de los coliseos magníficos había comenzado en Europa en 1778 con la inauguración de La Scala de Milán. Cuatro años después levantaba el telón La Fenice de Venecia.

En el siglo XIX, Europa se llenaba de magnos teatros: Schauspielhaus de Berlín (1818), Covent Garden de Londres (1846), Palais Garnier de París (1875), Metropolitan de Nueva York (1883). En España, el Gran Teatre del Liceu se abría en 1847 y el Teatro Real de Madrid, en 1850.

Más modestamente, Cáceres contaba desde 1801 con un teatro donde había patio de butacas, andanada de plateas y de palcos y galerías de gallinero. Era el Principal de la calle Peña. En 1886, se abría el Variedades en la calle Nidos con entrada por Margallo y estructura de circo de una planta con graderío de piedra y sillas.

Pero hasta que se inauguró el Gran Teatro, Cáceres no pudo presumir de un espacio egregio y mayestático para los espectáculos. Entre éstos no destacaba la música clásica. En realidad, salvo los interesantes conciertos minoritarios de la Asociación Musical Cacereña y los bolos de pretendidas orquestas mercenarias que hacen bolos navideños con los valses de Straus, hasta el año 2001 no se puede decir que la ciudad feliz contara con un programa serio de conciertos.

El Liceo de Barcelona tiene un aforo de 2.300 butacas. El Gran Teatro cuenta con 1.039 localidades. Ambos poseen una belleza que cautiva a quienes los contemplan por primera vez. En el Liceo es muy difícil conseguir una entrada con buena visión. En el Gran Teatro todavía están libres los mejores palcos. Pero será por poco tiempo: los cacereños están descubriendo que nada ayuda tanto a al éxtasis felicísimo como escuchar la novena de Shostakovich.