Guadalupe Jiménez, de 27 años, vive con sus padres en la Cuesta de Aldana. «Nos comunicaron por el grupo de WhatsApp de la asociación vecinal que una vivienda había detectado plomo en el agua. Sabíamos que dentro de casa tenemos tuberías de cobre, porque mi padre hizo la instalación», relata. No obstante, acudió a la reunión y allí les propusieron hacer análisis. «La sorpresa fue que nuestra agua marcó 39 mg/l, cuando lo máximo permitido es 10», revela. «Efectivamente, un vecino fontanero ha comprobado que tenemos una acometida de plomo desde la general. Estas cosas parecen propias de otra época», lamenta.

Guadalupe está preocupada. Sus padres llevan 43 años en la casa y siempre, salvo alguna temporada, han bebido agua del grifo. «Soy sanitaria, en concreto técnico de laboratorio, y sé lo que el plomo puede hacer en el organismo. Es necesaria una solución para todos los afectados», matiza.