La pareja que el 30 de agosto del 2004 se llevó a sus tres hijos del centro de menores Julián Murillo, donde se encontraban tutelados por la Junta de Extremadura, aseguró ayer en el juicio celebrado contra ellos en el Juzgado de lo Penal que lo hicieron únicamente para protegerles.

Casi dos años después de ocurrir los hechos, y tras varias suspensiones de los juicios señalados, Julio Prieto y Sonia Batuecas, de 43 y 31 años respectivamente, se sentaron ayer en el banquillo de los acusados para responder de un delito de sustracción de menores, por el que cada uno de ellos se enfrenta a 3 años de prisión, condena que solicitan el Ministerio Fiscal y la Junta, personada en este caso como acusación particular.

Tanto Julio como su mujer mantuvieron en todo momento y de forma reiterada que cuando fueron a ver a sus hijos en la visita mensual que les estaba permitida no tenían intención de llevárselos. Si lo hicieron, aseguraron ambos, "fue porque los niños nos pidieron que no les dejáramos en el centro". Además, "yo estaba convencido, y sigo estándolo, de que los niños corren graves peligros en este tipo de centros y yo tenía que proteger a mis hijos de ellos", añadió el padre, al que el juez tuvo que llamar en varias ocasiones la atención pidiéndole menos agresividad y más concreción en sus respuestas.

Explicaron que sus dos hijos mayores --en el momento del suceso tenían 7 y 5 años, mientras que su hermana contaba tan solo unos seis meses-- les pidieron que les sacaran de allí, que el mayor salió corriendo y al salir su padre detrás de él se produjo un enfrentamiento con un vigilante, "ante lo que nos vimos obligados ya a llevarnos a los niños", insistió una y otra vez la madre de los pequeños.

Su versión fue desmentida tanto por el entonces director del centro de menores como por su vigilante de seguridad con el que se tuvo el enfrentamiento.

El entonces director del centro explicó que el día de los hechos el padre de los pequeños entró a primera hora de la mañana en su despacho insultándole, amenazándole y culpándole de que sus hijos estuvieran en estas instalaciones, donde la Junta los destinó dos meses antes porque vivían dentro de un coche y por su continua itinerancia.

Ante su actitud, "cuando a las once volvieron a la visita programada le pedí al vigilante que estuviera atento, pues temía que pudiera pasar algo". También el vigilante manifestó que ya antes de que huyeran sospechó que pretendían llevarse a los niños, "pues oí al pequeño decir que no quería irse y además observé que el padre estaba vigilante".

Negaron la versión dada por la pareja en el sentido de que si salieron corriendo fue porque su hijo mayor se había ido a la calle, "ya que salieron corriendo todos juntos", así como también lo que aseguró Julio Prieto de que no agredió al vigilante sino que éste, al abalanzarse sobre él, se golpeó con la cadena con la que protegía a su mujer.

El vigilante agredido declaró que Julio Prieto le golpeó dos veces antes de caer al suelo, "donde volvió a hacerlo", y que también intentó golpear con la misma cadena a una educadora a la que se agarró el niño pequeño porque no se quería marchar.

Sus palabras las corroboró el director, que incluso calificó el acto del acusado de "muy violento". Según afirmó, "fue una agresividad tremenda. De dos cadenazos dejó ko al vigilante. Realmente, en los más de veinte años en el centro, jamás había visto tanta violencia en una persona".

LAS VALORACIONES Para el fiscal y el abogado de la Junta de Extremadura, el delito de sustracción de menores del que se acusa a esta pareja quedó "suficientemente acreditado" en el juicio. "Eran conscientes de que la Junta tenía tutelados a sus hijos, y aunque no estaban de acuerdo con esta resolución su actuación fue del todo ilícita, pues cuando no se está de acuerdo con una resolución se recurre a la justicia, no se toma uno la justicia por su mano como hicieron ellos", advirtió el fiscal.

Calificó la versión de los acusados sobre la huída, culpando en cierto modo a los niños, pues según ellos fueron éstos los que les pidieron marcharse del centro, de "increíble"; y de "surrealista" la dada para justificar las lesiones sufridas por el vigilante, "cuando el padre asegura que él no le golpeó, sino que fue el vigilante el que se autolesionó al arrojarse contra la cadena".

Considerada probada la sustracción de los menores por los padres, tanto el fiscal como la

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