Indudablemente, Cáceres puede presumir de cuidar sus monumentos. Siglos de respeto y décadas de esfuerzo rehabilitador han permitido mantener una de las ciudadelas de la Edad Media y del Renacimiento más completas del mundo, declarada Tercer Conjunto Monumental de Europa (1968) y Patrimonio de la Humanidad (1986). Sin embargo, en todas las historias hay ovejas negras, patitos feos y en este caso castillos, ermitas y otras edificaciones olvidadas. Se han convertido en los hermanos pobres del patrimonio cacereño.

Cierto es que en el caso de los edificios de arqueología industrial de la mina cacereña se han invertido cantidades millonarias en tres grandes instalaciones (Embarcadero, Garaje y Abundancia), pero el poblado sigue abandonado. Asimismo, la ermita del Santo Vito sigue víctima de una voluntad muchas veces reiterada y nunca materializada, mientras se derrumba literalmente. La Cárcel Vieja está presa en tierra de nadie, y las instalaciones del antiguo campo de aviación abortaron su plan de futuro cuando se dejaron a su suerte hace décadas.

Otras edificaciones históricas dependen de propietarios particulares, lo que complica su conservación. Pero también hay ejemplos para la esperanza, monumentos que un buen día encuentran una alternativa a su desaparición.