Del latín gentilicius, derivado de gentilis, que denota relación con un lugar geográfico o pertenencia a una familia o linaje. Así define la Real Academia de la Lengua Española la palabra gentilicio, ese adjetivo que califica a los residentes de los 223 municipios, además de alquerías, pedanías y aldeas de la provincia de Cáceres. Se escriben con minúscula, a pesar de proceder de nombres propios, y en ellos se diferencian el masculino y el femenino.

Algunos de estos sobrenombres se forman a partir de los sufijos -eto, como los cedilletos, de Cedillo. Pero también nacen algunos de estos apodos de -enses, --eños e -inos, como los guadalupenses, bañenses, botijeños, cumbreños, alcantarinos y placentinos, que dan buena cuenta de ello. Están los que se identifica el pueblo a la primera y también otros insólitos, que guardan alguna cuestión anecdótica detrás.

Alrededor de esos gentilicios peculiares hay historias con reyes, diferencias étnicas y religiosas y asuntos orográficos, entre otras casuísticas encargadas de dar nombre a los habitantes de los distintos pueblos de la provincia.

PENCONES

Los pencones son los oriundos de Aldeanueva de la Vera, un municipio en el que constan poblamientos desde la época prerromana. La villa obtuvo su independencia de Plasencia en 1802, año en el que Carlos V se la otorgó. Fue el Emperador, según cuentan, el que dio su gentilicio a Aldeanueva. Relata la leyenda que sus ciudadanos lo transportaron, de excelente manera, de Jarandilla al Real Monasterio de Yuste. Tal fue la satisfacción del monarca carolino que preguntó a los porteadores qué querían a cambio del trabajo realizado, a lo que ellos habrían respondido que un ‘pencón’ de vino y de ahí la denominación de pencones.

PORRETEROS

En el lugar que hoy ocupa el municipio de Salorino se datan asentamientos a partir del Siglo XIII, alrededor de los cuales surgieron distintas posadas para el descanso de los viajeros. A los habitantes de este municipio se les llama porreteros, apodo que tiene dos teorías sobre su origen. La primera tiene que ver con la localización de una posada que se llamaba ‘La Porra’ y de ahí el nombre. La segunda teoría se refiere al tallo de las encinas, que quedaba en la tierra cuando arrancaban el tronco y al que en la zona se denominaba ‘porra’, utilizándola para hacer carbón.

PERDONAOS

El gentilicio de la localidad verata de Cuacos de Yuste viene, según cuentan las historias, de un conflicto entre el pueblo y la monarquía. La información que se desvela de la tradición oral relata las andanzas de Jeromín, hijo bastardo del Emperador, que vivía su niñez bajo la tutela de don Luis Méndez Quijada. El niño estaba jugando por las calles de la villa cuando se enzarzó en una pelea con otros chicos, de la que salió golpeado. Cuando Carlos V se enteró mandó que fueran llevados ante su presencia los chicos y los padres. Este, viendo que había sido una pelea de chiquillos, los perdonó y ese sería el origen del gentilicio.

RABÚOS

Los rabúos son los habitantes de Casatejada, un municipio situado en la mancomunidad de Campo Arañuelo. Tras la guerra de las Alpujarras, muchos moriscos fueron deportados a la zona, con el objetivo de que no se volvieran a levantar. En este lugar había muy poca población por las enfermedades y las epidemias como la malaria. Los cristianos pensaban que tenían rabo, tal y como mostraban las imágenes que había del demonio, y por eso se quedaron con el sobrenombre de rabúos.

TOLOLOS

En Plasenzuela, la primera presencia de pobladores data del período comprendido entre el Calcolítico y la Edad del Bronce, fecha que se documenta a través de asentamientos como el del Cerro de la Horca o el Castrejón. Por este municipio pasaron también romanos, árabes y visigodos. De este ir y venir nace el gentilicio de tololos ya que, en algún momento, la localidad, según cuenta la tradición oral, se llamó Tololondia.

MAÑEGOS

Por último, el gentilicio mañego se utiliza para referirse a los naturales de San Martín de Trevejo, municipio situado entre la Sierra de Gata y la frontera portuguesa. Esta ubicación limítrofe tiene que ver con la denominación de sus habitantes. En dicha zona tienen una lengua materna que no es ni castellano ni portugués y a la que se conoce como mañego.

En este sistema de cómo denominamos y a quién, hay municipios que tienen gentilicios curiosos, como los que hemos visto anteriormente, otros que derivan del nombre del pueblo, como torremochanos, gateños o moralejanos, y aquéllos que disponen de más de uno, entre los que encontramos a los broceños o brocenses.

La propia Extremadura es un ejemplo de estos calificativos, siendo Cáceres y Badajoz, en una comparativa de la región con la bellota, mangurrinos y belloteros.