Angela A. da C. vio los cuerpos sin vida, molidos a golpes y ensangrentados, de las personas que la habían tratado como a su hija adoptiva, según ella misma contaba a sus amigos, que la habían acogido en su casa y le habían dado trabajo, pero no avisó a la policía ese 21 de octubre pasadas las tres y media de la tarde y lo ocultó también en su primer interrogatorio por "miedo a Rafa (el chófer)" por su relación con delincuentes.

La descripción de cómo se encontraban los cadáveres dispuestos en el salón coincide plenamente con los hechos, según constató la policía. Una vez que había observado los cuerpos sin vida de Juan Antonio y Mercedes, dice la declaración, "su única preocupación" era sacar al perro del salón y que dejara de chupar la sangre".

Unos párrafos más adelante, relata que se dirige otra vez al salón y se queda en la puerta del mismo "pensando si llamar a la policía o no, observando al perro cómo lamía la sangre del suelo, decidiendo marcharse de la vivienda y no llamar a la policía". A las 4 de la tarde, según las declaraciones, llega a su casa de Pinilla, un piso del exchófer del matrimonio, al que no le dice nada y con el que se va a comprar droga a Aldea Moret. Ella declaró que aunque estaba allí "jamás los habría matado" y no llamó a la policía mientras la discusión porque "estaba en estado shock".