"Ayer comprendí perfectamente a toda esa gente que se está quedando sin casa porque yo misma me vi sin ella". Con el susto aún en el cuerpo, aunque más tranquila que el jueves, Sandra Casa, vecina de la puerta 12 del número 6 de Río Tíber, pide al ayuntamiento que no se olvide de las cuatro vigas que están apuntaladas debajo del salón de su casa. "Lo único que quiero es que, por favor, arreglen esas vigas, lo de la casa ya se hará", afirma. De hecho su marido, José Padilla, lleva 7 años haciéndolo. Se dedica a la construcción y ha ido corrigiendo cada una de las grietas que han aparecido en la casa desde que están ahí.

"Las vigas llevan bastante tiempo mal y nos hemos quejado a la comunidad de vecinos, pero no se ha hecho nada hasta ahora", dice él. De hecho se hizo cuando él mismo se disponía a arreglar el problema del garaje con otro compañero de la construcción. Este vio que podía ser un problema más grave y dieron aviso a los bomberos. "Cuando llegué de trabajar estaban bomberos y policía, y me dijeron que teníamos que irnos", cuenta. Así que con su marido y sus dos hijos de 5 y 3 años se trasladó a casa de su madre. "Me asusté mucho por mis niños", recuerda.

También asustadas siguen Pilar Portillo y su hija Verónica Pérez en la puerta contigua. Tras pasar la noche en casa de una tía, ayer volvieron a su vivienda, que presenta grietas más graves tanto en el suelo como en las paredes. "En ocasiones estás sentado y empieza a crujir el suelo", explica la joven. La primera vez que lo oyeron "nos quedamos paralizadas", recuerda. En cuanto a los próximos días: "nos dicen que no hay riesgo, pero la verdad es que me da miedo dejar a mi madre sola", explica.