-¿Cuál es su primer recuerdo?

-Una habitación de hotel en la playa, cuando tenía 3 años.

-Hable del colegio...

-No entendí muy bien por qué mis padres, que trabajaban en la pública, nos metieron a mis hermanas y a mí en un colegio de monjas. Era, por primera vez, tener conciencia de saberse distinta; no mejor, distinta.

-Hable de la universidad...

-Una época absolutamente feliz, de inconsciencia, de estar estudiando lo que te gustaba sin saber qué iba a venir después, pero disfrutando los cinco años.

-Orna Donath, una socióloga israelí, ha escrito un libro que bajo el título ‘Madres arrepentidas’ asegura incluso que el instinto maternal no existe...

-Mis hijos son adoptados, pude elegir no tenerlos. Y no voy a decir que es lo mejor que me ha pasado en la vida porque la vida, espero, es todavía muy larga, pero no me arrepiento lo más mínimo, todo lo contrario. Decir que es lo mejor que le puede pasar a una mujer es muy soberbio por parte de un hombre. Creo que lo que hace esta socióloga es poner voz a lo que piensa mucha gente. Ser madre no es cien por cien perfección, no es un anuncio de la televisión, ser madre es estresante, cansado, agotador, duro, nadie te dice lo difícil que es, eso no te lo explica nadie, lo del libro de instrucciones tendría que venir, pero no me he arrepentido nunca.

-¿Cómo es su experiencia con la muerte?

-Horrible. Tremenda. Mi padre murió el diciembre de hace un año y lo hizo en mis brazos. Eso queda muy poético y muy lírico, pero no se lo deseo a nadie. La muerte es no volver a ver a la persona que quieres. Y si sigo, lloro, así que no voy a seguir.

-¿Es el del diputado socialista Antonio Hernando, apoyando la abstención para facilitar el gobierno de Rajoy, el rostro de alguien aplastado por la vergüenza de la traición?

-Yo ya no entiendo el mundo político en que vivo (y no me considero apolítica, que conste). No es cierto eso de que las ideologías están muertas y no existen, por tanto pienso que hay un cierto trasfondo ideológico que no se puede perder. Y creo que mucha gente sigue votando convencida, por eso han visto lo de Hernando como una traición.

-¿Entonces le parece coherente que Pedro Sánchez, lider del PSOE, entregara ayer su acta?

-Me parece coherente. Uno no puede cambiar las reglas del juego y luego querer seguir jugando como si nada. Otra cosa, y esto es muy importante, es que no te gusten esas reglas y desees que haya otras, que es lo que va a hacer él, trabajar desde la base.

-¿Y considera que esa abstención ha sido coacción o mandato del partido, quiero decir, fue una decisión adoptada por un comité federal, distinto es que hubieran obligado a los diputados socialistas a pegarse un tiro?

-Hay una película, muy tópica, ‘Evasión o Victoria’, que relata cómo un equipo de exjugadores del Dinamo de Kiev se enfrentó al más potente equipo alemán, en la época en que Ucrania estaba ocupada por el III Reich, a pesar de ser advertidos de que, en caso de vencer, serían ejecutados. Relata cómo los jugadores que ganaron fueron torturados, fueron llevados a campos de concentración. Es decir, más que las veces que uno dice ‘sí’, pesan las veces que uno dice ‘no’. También hay que saber decir ‘no’. ¿Hasta qué punto hay que acatar una disciplina de partido? Uno puede decir ‘no’, hasta aquí he llegado y dar media vuelta; no se hunde el mundo. Evidentemente no te están diciendo ‘pégate un tiro’, no es una decisión vital, pero es algo que si tú no quieres aceptar puedes elegir irte del partido, lo que pasa es que eso es muy difícil. Puedes no seguir las reglas del juego.

-¿Estima que este gobierno del PP tendrá poco recorrido?

-Creo que sí. Tiene pendientes demasiadas cosas.

-Ha dicho Pablo Iglesias, líder de Podemos, que dentro del Congreso de los Diputados hay más delincuentes que fuera...

-Creo que Pablo Iglesias está hablando de más, y está siendo demasiado demagógico, y está buscando polémicas y mantenerse en un puesto que a lo mejor ya no debería estar ocupando.

-Él redunda en la idea de que sólo Podemos puede desempeñar con honestidad el liderazgo de la oposición para abortar lo que llama el motín oligárquico...

-Podemos nació de una manera y está acabando de otra. Su nacimiento fue precioso, era el sentir de toda la gente que estaba hasta las narices, que estaba harta. No he visto que hayan hecho nada y lo poco que he visto que han hecho no me ha gustado mucho. Todavía no les he oído decir nada de cultura, de cosas concretas.

-¿Qué opina de que el paro haya bajado del 20%?

-¿Y eso qué significa, que no ha habido gobierno, que sin gobierno hay menos paro? No lo sé. Se sigue yendo la gente fuera. Frente a esas cifras yo veo otra cosa por las calles, otra realidad.

-¿Qué le parece que el presidente Rajoy haya confirmado la suspensión de las reválidas?

-Me parece que sin pacto educativo no vamos a ningún sitio. No puede ser que cada cuatro años tengamos un sistema educativo diferente. Y sentarse a hablar no es tan difícil. El sistema educativo forma a la gente que lleva un país. No estoy nada de acuerdo con esta reforma. Eso de que haya que pagar para hacer un master para trabajar deja fuera a muchísima gente. Es verdad que el sistema de becas necesitaba una revisión porque era bastante vergonzoso, pero tú no puedes dejar gente fuera por dinero.

-¿La sociedad es partícipe de un ‘striptease’ integral en las redes, ese lugar donde todo se muestra, aunque sea fabulado?

-Sí. Es pura ficción, es como la burbuja del ladrillo que nos estalló en la cara. Esto nos acabará estallando. La gente se acabará aburriendo, volverá a la normalidad, si es que la hubo alguna vez, pero desde luego esto no es normal. Crees que has aprendido a mirar pero no sabes ni ver. Vamos por el mundo como a tientas.

-Claro... Por ejemplo, si antes te gustaba alguien se lo decías a la cara, hoy usas el móvil...

-No me había pasado nunca, pero ahora siento que soy de otra época, y no tiene nada que ver con la edad. Suena como antiguo de morirte, pero sigo creyendo en eso de que todo lo importante cuesta. Ahora un ‘sí’ y un ‘no’ están en una milésima de segundo: «¿Quieres salir conmigo? ‘sí’, y un emoticono»... Tenemos amores de usar y tirar, no mejores ni peores. Creo que si no aprendes que las cosas cuestan, no las valoras.

-Usted cultiva lo que podríamos denominar un realismo complejo...

-Lo único que hago es ir por la vida con los ojos abiertos, todo se escribe solo.

-Dice que sus personajes son frágiles frente a este bombardeo de malas noticias que nos hacen sentir criaturas indefensas...

-Es que parece que no tenemos capacidad de decidir nada, ahora mismo la información del tiempo es siempre catastrófica, parece que estamos a merced de los elementos, y qué narices, no estamos a merced de nada, todavía podemos capitanear el barco, delegamos demasiado, parece que toda la culpa la tienen siempre los demás. No, la culpa la tienes tú. Tú eliges a la gente que está gobernándote. Es cierto que tenemos muy poca parcela de poder, pero no la ejercemos.

-Es algo parecido a lo que decía Victor Hugo: «Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta complicidad vergonzosa»...

-Eso es. Hemos dejado de ser personas para convertirnos en clientes. Ya no eres paciente de una clínica, eres cliente. He escuchado a profesores de las universidades privadas hablar de sus clientes. En el momento en que uno es cliente y consumidor ha dejado de ser persona. Y está la otra parte: «El cliente siempre tiene la razón». Nos hemos convertido en niños pequeños encaprichados con algo. No asumimos que tenemos responsabilidades: «Yo no lo he hecho, soy pequeño, no decido». Y al mismo tiempo queremos todo, aquí y ahora.

-Esto era esto el capitalismo...

-Sí, esto era el capitalismo, pero también se puede elegir hasta qué punto quieres o no ser cómplice. No se trata de irse a una ermita para vivir en el campo y aislarse del sistema, pero también uno puede elegir hasta qué punto se involucra en el sistema, forma parte de él o lo favorece.

-¿Considera que el papel del escritor es hoy irrelevante?

-Claro que no. Nunca ha sido irrelevante. Ahora más que nunca un escritor debe ser observador del mundo, un testigo de la realidad, alguien que puede contarla; ya está bien de fantasías.

-El escritor Albert Camus pronunció esta frase al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1957: «Indudablemente cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía, sin embargo, no podrá hacerlo...»

-No soy pesimista, pero sí estoy en un permanente enfado, enfadada en el sentido de por qué no vas a cambiar el mundo...

-¿Qué está leyendo?

--He leído un libro maravilloso de Lucía Berlín, ‘Manual para mujeres de la limpieza’, que me ha fascinado. Y ‘Patria’, de Fernando Aramburu. Hacía mucho que no leía un libro en estado de gracia, no era capaz de dejarlo. Me gustan los libros que explican la intrahistoria, lo que está pasando en el mundo. Sabíamos del conflicto vasco por lo que habíamos visto en la tele, pero siempre nos habíamos preguntado si la gente era cómplice, si la gente sabía lo que pasaba, y es un libro que responde a esa pregunta.

-En enero se edita su último libro de cuentos titulado ‘La vida es lo que llueve’...

-Habla de la muerte y de la desmemoria y aunque parezca paradójico, desde un punto de vista optimista y un poco ácido. Ha sido como un dejar atrás algunas cosas, no sé si una catarsis, pero hay veces que las cosas te dan vueltas en la cabeza y cuando las escribes descansas.

-¿Y por qué esa acidez?

-Si las cosas te las cuentas a ti misma con humor y te ríes de lo que te está pasando te enfrentas mucho mejor a ellas. Creo que esa capacidad de reírnos de nosotros mismos nos sigue salvando.

-Usted es profesora... ¿Cómo son ahora los alumnos?

-Soy una enamorada de mi profesión. Desempeño uno de los trabajos más bonitos del mundo; la pena es que ellos siempre tienen 15 años y yo voy cumpliéndolos. Explicar autores que tienen siglos a alumnos que siempre tienen 15 años es un reto fascinante. Ser profesor me gusta porque es un poco ser actor y animador sociocultural y transmitir. Tener delante a 30 personas escuchándote hablar de Antonio Machado o explicar cómo se forma el léxico castellano, que parece un rollo que te mueres, y darte cuenta de que es justo lo que ellos quieren entender, lo que ellos quieren oír... ese momento es mágico. Cuando llegas a 30 cabecitas que lo más normal es que estén pensando en el móvil, en el fútbol, en la chica... dices: «Esto merece la pena».