La calle Pizarro necesita un plan global de acción que implique a todas las administraciones para garantizar la convivencia entre vecinos y empresarios. Eso es al menos lo que opinan quienes integran su asociación de vecinos, llamada Pizarro-Ciudad Monumental y creada hace año y medio cuando comenzaron a proliferar los locales de copas en una zona que ya se ha convertido en emblema de la movida.

El plan global no es ninguna ocurrencia si el equipo de gobierno no quiere que el centro acabe derivando, por ejemplo, en los problemas que aún sigue arrastrando La Madrila, histórico referente del ocio en Cáceres. Pizarro se ha afianzado como centro de diversión hace relativamente poco tiempo pero ya arrastra importantes problemas: ruido, despoblación, falta de aparcamientos y ahora se enfrenta a otro nuevo dilema, la ubicación de aparcamientos turísticos.

Por eso los vecinos quieren un plan. Ayer dos de sus representantes, Pepa Bargón y Félix Pérez, presidenta y vicepresidenta de la asociación, se reunieron con el concejal de Participación Ciudadana, Víctor Bazo, a quien demandaron una sede vecinal. «Están tardando mucho en dárnosla. Tenemos que tener un lugar donde dialogar, para solucionar problemas externos e internos», explica Pérez.

El colectivo está integrado por unos 30 vecinos, pero el objetivo es conseguir más. «Los vecinos tienen que saber que los problemas se solucionan de manera colectiva y no individual. Es verdad que el detonante ha sido el ruido, que eso es lo que nos movió a formarnos en asociación, pero si nuestro objetivo fundamental hubiera sido exclusivamente el ruido hubiéramos hecho una asociación contra el ruido. Sin embargo, lo que queremos es tener una visión más amplia».

Y es que Pizarro vive una nueva época y otros inconvenientes. La falta de aparcamientos es uno de ellos. «Es muy importante porque es una zona donde se priorizó San Juan como lugar de aparcamiento y todo eso ha desaparecido», indica Pepa Bargón, que propone dejar las traseras de la iglesia de San Juan para residentes. «Se trata de que el ayuntamiento nos ofrezca alternativas».

Hay otro problema que a medio y largo plazo puede crecer: la despoblación. «El barrio se está despoblando y debemos tener solución. Quién venga a vivir aquí debe sentirse cómodo. Es verdad que poco a poco, mediante las medidas que se han tomado con la aplicación del Plan Especial, ha venido gente nueva a casas que se han rehabilitado, se ha ido la gente mayor, ha venido gente con nuevos perfiles, pero es insuficiente. Muchos no quieren venir porque no se puede aparcar», resalta Pérez. Donde más se ha notado es en Las Claras, cuenta Bargón, quien destaca este hándicap: «aunque quieras marcharte de la zona dificilmente vas a vender un piso con el problema de ruido que hay».

Y finalmente Pizarro ha de convivir con otro disyuntiva: el de los aparcamientos turísticos y la división de opiniones que hay al respecto entre el vecindario. Para unos se trata de una oportunidad de rehabilitación de casas, «de que así se arreglen las goteras», para otros el matrimonio entre pisos turísticos y bares de copas puede convertirse en un coctel molotov que impida definitivamente el descanso.