El poblado minero de Cáceres necesita más atención por parte de las instituciones y los servicios públicos. Así lo reclamaron ayer los vecinos de esta aldea del siglo XIX, después de que la Policía Local tuviera que acudir durante la madrugada tras recibir la llamada de un ciudadano que alertaba de competiciones de velocidad en el parque. Los residentes aseguran que la circulación por la zona verde es habitual y que hay más problemas: las calles no se limpian, no existe campaña de poda ni desbroce y, lo más gravoso, cada mes tienen que afrontar una factura de más de 2.000 euros por el alumbrado, del que ninguna institución se hace cargo.

El barrio fue construido siguiendo los cánones de la arquitectura británica (amplias casas encaladas con jardines, calles anchas...), pero el cierre de la mina lo ha hecho languidecer. Las inversiones millonarias sí han llegado a los grandes edificios del viejo yacimiento (pozo de la Abundancia, Embarcadero, Garaje 2.0...), aunque no al poblado, lleno de pintadas y ruinas. La Junta lo adquirió hace años para evitar su derribo, y posteriormente se ha incluido en la declaración de Bien de Interés Cultural para la zona minera, pero los servicios públicos aún no llegan.

La limpieza viaria brilla por su ausencia. "Junto a la iglesia hay una zona de reunión habitual de jóvenes donde se acumulan latas de cerveza y otros restos que nunca se retiran", lamenta el presidente vecinal, Francisco Luis López Naharro. La campaña de desbroce tampoco ha llegado al barrio y los solares se encuentran llenos de pastos, salvo los aledaños de los postes de la luz, donde los vecinos ha practicado pequeños cortafuegos. Por cierto que los residentes también se encargan de la poda de árboles.

La factura del alumbrado de las calles sigue llegando a los vecinos, que cada mes se reparten un recibo superior a 2.000 euros entre unas doce familias. Hace un mes se dirigieron al ayuntamiento para reclamar que la situación se aborde y que se clarifiquen las competencias.

Por último, los residentes solicitan más vigilancia para evitar actos vandálicos como la rotura de las lunas de la parada del bus, que se produce de forma reiterada, o el acceso de los coches al parque, donde proponen bolardos o medidas similares.