Fue una noche cualquiera, de una intervención cualquiera del mes de julio, en el que el servicio de emergencias 112 había requerido la presencia de la Policía Nacional para que colaboraran con ellos en una urgencia sanitaria. "Es el procedimiento ordinario", aseguran los dos agentes. La diferencia es que su presencia y la rapidez de su intervención les ha valido el reconocimiento de sus superiores y también de la subdelegación del Gobierno. El motivo: evitaron que una joven con las facultades mentales alteradas se precipitara accidentalmente desde la ventana de su vivienda, en un quinto piso.

"Son gajes del oficio", afirmaban ayer, después de recibir la felicitación y al agradecimiento del subdelegado del gobierno, Fernando Solís, por su actuación. "La intervención humanitaria --como lo calificó el subdelegado-- evitó que una persona de la familia a la que asistían se autolesionara", destacaba Solís, que resaltó "la profesionalidad, sensibilidad y voluntad de servicio público", que demostraron en ese servicio policial. También valoró "la dignidad y vocación profesional de todo el Cuerpo Nacional de Policía".

Asistencia

Ha pasado casi un mes de aquella noche de julio de la que, "por respeto a esa familia", prefieren reservar detalles. Solo cuentan que recibieron una llamada para apoyar a un equipo del 112, al que se había solicitado su intervención para atender a una joven con un trastorno psíquico. Quienes llamaban eran los padres de la joven, porque estaba atravesando una crisis que la ponía en riesgo a ella misma y a las demás personas que había en la casa. Todo sucedió en el domicilio, mientras los padres hablaban con los sanitarios sobre el tratamiento que se iba a llevar a cabo. Los agentes lograron detener y retener a la joven cuando tenía medio cuerpo fuera de la ventana.

"No es una situación que se produzca todos los días. Y cuando se producen, tratas de ayudar en lo que esté en tu mano", explican. "No tiene nada que ver con la actuación ante un caso de delincuencia, en la que tienes que estar prevenido a lo que pueda pasar". "En este tipo de casos solo tratas de ponerte en el lugar de la familia, para valorar qué necesitan de ti", añaden. Y en ese momento necesitaban cuatro brazos lo suficientemente rápidos. Luego no han tenido ningún contacto con ellos de nuevo.

Cáceres no es Madrid

"Hacemos nuestro trabajo", resuelven ambos agentes, que también por los gajes del oficio prefieren guardar su identidad y algunos detalles de su trabajo dentro del Cuerpo Nacional de Policía, al que pertenecen desde hace 15 y 12 años. Los primeros los pasaron en Madrid. Los dos últimos, en Cáceres, aunque ninguno de los dos es de la ciudad y ni siquiera viven en ella.

"No tiene nada que ver uno y otro sitio. Madrid tiene los problemas y riesgos habituales de las grandes ciudades", y añaden, "mientras que Cáceres es una ciudad tranquila, en la que los problemas son siempre los mismos y lo extraordinario es que se produzcan situaciones graves". Por si acaso, los 220 funcionarios de la Comisaría de Cáceres, siempre deben estar preparados.