«Mi hija fue testigo de una presunta agresión machista de un hombre a una mujer, llamó al 016 para dar cuenta de la misma y al final ha tenido que comparecer como testigo en un juicio, pero lo ha hecho delante del presunto agresor y tememos que por ello pueda tener problemas. No entendemos cómo no testificó en otra sala y que lo hiciera en presencia de los implicados». Es la postura de una madre cacereña que vive con zozobra este caso, ocurrido a principios de mes. La madre prefiere mantenerse en el anonimato, «Cáceres es muy chico», justifica, pero quiere que su historia se conozca para evitar que en lo sucesivo vuelva a repetirse.

¿Qué fue lo que ocurrió? La hija de esta cacereña tiene 21 años y estudia Psicología, ahora se encuentra de Erasmus en Italia, pero a comienzos de mayo vino a Cáceres. Ella y sus amigos tienen alquilada una casa en la zona de la Concepción (son 11 o 12 chavales) que utilizan la vivienda como lugar de reunión. Ese día acudió al inmueble junto a su novio y ambos se percataron de la presencia de vecinos en la puerta. En uno de los pisos se estaba produciendo una fuerte discusión entre una pareja, un hombre y una mujer. «Se estaban dando voces». Entonces la joven decidió grabar con su móvil lo que, perpleja, estaba escuchando. «La mujer le decía al hombre: ‘No me pegues, me has partido el labio’ y se oían golpes».

«¿Habéis llamado a la policía?», preguntó la joven a los vecinos. Al corroborar que nadie lo había hecho, decidió marcar el 016 (el teléfono contra el maltrato de género) para informar de lo que estaba ocurriendo. La madre asegura que «automáticamente» desde este número pusieron en contacto a su hija con la policía, que acudió al lugar de los hechos. «Se llevaron detenido al presunto autor y llamaron al 112 porque la presunta víctima tenía unas lesiones. La policía le preguntó a mi hija si no le importaba testificar. La llamaron del juzgado, le pidieron que se personara allí con su pareja», dice la madre.

Así lo hizo. La madre asegura que cuando su hija llegó al juzgado se sentó al lado de la presunta víctima. «Ella pensó que mi hija también era otra víctima y le contó que no quería denunciar, que él solo había perdido los nervios, que hacía poco que había perdido a sus padres. En ese momento el chaval pasó esposado. Mi hija tuvo que declarar delante de los dos. Yo padezco de asma y al saber lo ocurrido me dio una crisis de ansiedad. Es incomprensible que la víctima no quiera denunciar y que, sin embargo, mi hija, por hacer un bien, tenga que declarar cara a cara delante de ellos. Por ser solidaria se está buscando un problema. Nos dicen siempre que llamemos al 016, que si somos conocedores de un caso de violencia lo denunciemos, que de lo contrario nuestra pasividad nos convierte en cómplices de esa violencia, ¿pero qué hay de la protección del denunciante, que es tan lícita como la de la víctima?», se pregunta la madre de la joven. «¿Es eso justo?», reitera. «La víctima no lo denuncia pero a mi hija la ponen delante de él. Por denunciar un caso de presunta violencia machista ahora puede que mi hija se busque la ruina», insiste. «¿Y si él quiere ir a por ella, si toma represalias?», teme esta madre cacereña. «Mi hija va a hacer prácticas en un colegio con niños con problemas y nunca puede quedarse quieta ante la injusticia; ojalá no le salga caro», concluye pesarosa.