La fosforita marca y distingue con sus cristales parduzcos o verdosos el paisaje del Calerizo. El primer antecedente minero es la mina de fosfatos de la Estrella, de 1864. Con todo, el impulso vino de la mano del político gaditano Segismundo Moret, que funda en el año 1876 la sociedad general de Fosfatos de Cáceres.

Gracia a la industrialización de las minas, llega por primera vez el ferrocarril a Cáceres, que enlazaría con Lisboa, puerto de embarque del mineral con destino al resto de Europa. Esta eclosión minera -que llegaría a tener doce pozos de extracción y 119 construcciones- durará hasta el año 1974 en que la fábrica de ácidos de Aldea Moret lleva a cabo el cierre definitivo.

Este proceso de desindustrialización durante la época franquista, que apostó por la zona cantábrica, dejó una serie de edificios en ruinas, que lógicamente no pasaron desapercibidos para el grupo municipal socialista-regionalista del Ayuntamiento de Cáceres desde su llegada al gobierno, en junio del 2007.

Hace dos años desde la Concejalía de Innovación se impulsó la declaración de BIC para el poblado minero de Aldea Moret, esfuerzo que el pasado 26 de enero se vió recompensado con la publicación en el DOE de la resolución de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta por la que se inicia el expediente de declaración de Bien de Interés Cultural en la categoría de Lugar de Interés Etnológico.

A nivel nacional en los últimos años se han puesto en marcha muchos proyectos de recuperación de la arquitectura minera para su incorporación a la oferta turística. Sirvan como ejemplo las cuencas mineras de Teruel, donde está el centro de interpretación de la minería de Santa Bárbara.

Por su parte, la Consejería de Industria, Comercio y Turismo de Castilla y León ha puesto en marcha un convenio marco para incentivar la dinamización turística en las zonas mineras del carbón del norte de León y Palencia. Y, por poner un último ejemplo, reseñamos uno de los iconos turísticos español: el museo Guggenheim.

Cáceres, con una oferta cultural y arquitectónica de gran calidad, no puede apostar solo por un turismo cultural, cuya demanda es cada vez más exigente, con las ideas muy claras en la relación calidad/precio y con una gran información del producto que desea.

Se hace necesario la conversión de las áreas de tradición minera en destinos turísticos diferenciados respecto a otros usos de turismo cultural, como el gastronómico o el turismo de reuniones. Sin embargo, es preciso tener presente que las actividades inducidas por la puesta en valor turística del patrimonio minero se reducen a servicios de tipo cultural (museos, centros de interpretación, etc.), que no deja de ser más de lo mismo y provoca la difusión de productos turísticos idénticos con el riesgo de saturar la escasa demanda existente.

Existen otros productos menos tradicionales que los anteriores. Sirva de ejemplo el museo minero de Escucha, que tuve ocasión de visitar. Este Museo posibilita bajar a una mina de carbón, situada a 200 metros de profundidad, en unas vagonetas que van por un plano inclinado del 33%. El poblado minero de Aldea Moret posee minas que por su estado de conservación podrían ofrecer estas mismas posibilidades. Valga como muestra la mina de San Salvador, situada en lo alto del cerro Valdio del Calerizo.

Su estructura guarda semejanza, por sus torres almenadas, con el estilo neogótico inglés, victoriano. Sin embargo, ahora se trata de que todo el entorno, incluidos los restos de la actividad minera más el poblado, formen un conjunto para ponerlo en valor desde varios puntos de vista, incluido el turístico