Dice mi hija pequeña que últimamente voy a muchos entierros; bueno, en realidad, lo que pasó es que estábamos los dos tranquilamente sentados a la mesa comiendo y cuando le dije que tenía que darme prisa para acercarme al tanatorio, me miró alarmada y me espetó: «Papá, ¿no te deprime ir a tantos entierros?» Claro, la pregunta, como casi todas las que hacen los preadolescentes, se las trae; así que, en breves segundos, porque ellos siempre esperan respuestas rápidas, comprensibles y contundentes, elaboré todo un catálogo de explicaciones posibles acerca del asunto y sus derivadas.

Y como hay quien me acusa de que escribo demasiado sobre ese asunto, elegí hablar de la deriva social, de lo importante que es mostrar tu apoyo moral y presencial a los amigos en un momento tan duro como ese y… de lo agradable y acogedores que son los tanatorios modernos.

En esas andábamos, tranquilo yo pensando que esa respuesta superficial y poco comprometedora era suficiente para satisfacer su curiosidad, dispuesto a añadir más generalidades si hubiese sido necesario, cuando así, medio de lado, como el que no quiere la cosa, con su expresión más angelical, añadió: «Por cierto, Papá, he estado echando cuentas y, si te jubilas cuando tú quieres, ¿quién me va a pagar a mí la carrera?» Reconozco un «cierto desconcierto» en un primer instante; y no tanto por el fondo de la cuestión como por los extraños enlaces que la hubieran llevado desde el tanatorio hasta el mecenazgo de sus estudios. Por eso, pasado el primer momento, consciente de que la pregunta tenía miga, decidí afrontar la cuestión y facilitar toda suerte de explicaciones acerca de la futura jubilación y la financiación de sus estudios.

No sé qué pensará usted, pero yo puedo asegurarle que, en esas conversaciones improvisadas con los preadolescentes en las que los teman van surgiendo por no se sabe muy bien qué mecanismos mentales, la realidad supera casi siempre lo esperado. De ahí que las comidas, las cenas, los viajes, (sobre todo si no se duermen nunca como es el caso), y todos los momentos en los que la ocasión lo procure, se conviertan en un ejercicio de réplica y contrarréplica totalmente recomendable. ¿Usted lo practica? Pues si no es así, no sabe lo que se pierde.