Isidro Jaraíz es la persona que mejor conoce Pinilla: cada acera, cada bache, cada alcorque, cada escalón... "Bueno, pues sí, palmo a palmo, y también a la gente, sobre todo a las mujeres (sonríe), pero por los zapatos, porque yo estoy a lo mío", confiesa sonriente. Cada día, desde hace 17 años, llega a la barriada a las ocho de la mañana y realiza un recorrido de unos cinco kilómetros por todas las calles con sus tres herramientas: "cepillo grande, cepillo chico y pala". Trabaja como barrendero de Conyser, una tarea que suele ser blanco de quejas ciudadanas no siempre justas, pero el caso de Isidro parece muy diferente, casi un hito: los vecinos no solo están contentos, sino que han decidido rendirle un homenaje el 18 de diciembre por su eficacia.

Benancio Ruiz, propietario del bar Monroy, le tiene el café caliente preparado todas las mañanas, puntual, a las 10.30. "Es muy eficiente, limpia todo, estamos muy contentos", afirma desde la barra. El frutero de enfrente, Juan Antonio, también se deshace en halagos: "Es muy buena gente, pasa a diario, barre lo que ensucia la mercancía sin que yo le diga nada...". Valentín Pacheco, presidente de la Asociación de la Tercera Edad San Jorge, promotora del homenaje, resume el sentir general: "Tiene el barrio como una patena".

Pero Isidro, nacido en Cáceres hace 50 años, residente en Aldea Moret, separado y con tres hijos, no acaba de entenderlo: "Yo hago mi trabajo, cumplo con mi obligación. ¿Pero cómo iba a esperar una cosa semejante...?". Confiesa, eso sí, que ya es casi del barrio, donde se pasa media vida. "La gente se cruza, me saluda, aunque nunca falta la típica persona que critica el trabajo, pero esto es un servicio público y lo mejor es callarse y seguir. Si me dan los buenos días, respondo, si no... pues nada". Conoce la vida de Pinilla y sus familias: "Claro, les pregunto por el hijo que se casa, por algún problema...", pero vuelve rápido a la faena.

Le gusta su empleo, se siente cómodo, no sueña con ningún otro y además tiene un buen horario que le permite disfrutar por las tardes de su campo y de sus animales en la carretera de Badajoz. El trabajo en solitario tampoco le importa: "Cuando tienes un pequeño problema les das vueltas toda la mañana y acaba siendo una bola enorme, pero estoy acostumbrado". Lo peor de su oficio es permanecer siempre a la intemperie, "no tanto por el calor, porque en verano adelantamos el horario, sino por la lluvia, es lo peor, sudas con los chubasqueros y te acabas mojando. En fin...".

Hay además dos detalles que sí le complican la tarea: "El otoño y la caída de las hojas te hace trabar el triple, ¿qué le vamos a hacer? Pero lo que no me gusta nada son las cagaditas de los perros, cada día hay más, y puede evitarse. Los dueños deberían recogerlas".

Isidro lleva 27 años en Conyser y todavía ve muy lejana la jubilación, aunque tampoco le importa. Le gustaría, eso sí, que le dejaran hasta entonces, cada día, en las calles de Pinilla.