Una de las (pocas) satisfacciones que tenemos los docentes es observar el progreso de nuestros alumnos. Somos plenamente conscientes de la responsabilidad de nuestro trabajo y, por lo tanto, sabemos muy bien que, en cada paso adelante, en cada obstáculo superado, en cada éxito personal y profesional hay algo de nosotros mismos, de todos los que colaboramos en su formación. Esos momentos suponen un reconocimiento discreto pero merecido a nuestra labor y compensan, casi siempre, las contingencias diarias propias de la enseñanza. Por eso, es un orgullo que alguno de nuestros alumnos sea reconocido en las distintas evaluaciones externas que se realizan en la región. Para el alumno, obtener un premio es un aliciente y un justo pago por un trabajo que, desafortunadamente, no siempre obtiene el fruto deseado; para sus profesores, un añadido extra a la labor diaria que ayuda a vencer temores y a renovar objetivos. No sé qué pensará usted, pero yo no concibo el éxito escolar de un alumno sin pensar en sus profesores, en los que trabajan día a día con él, en los que, viendo sus posibilidades, las potencian en cada clase.

Por eso, me llama mucho la atención que en la entrega de Premios Extraordinarios a los mejores alumnos de Extremadura del curso 2015/16 que se ha celebrado en Montánchez durante estas navidades, no haya sido invitado ningún representante de los centros educativos. Si alguien piensa que el mérito es solo de los alumnos, ya les adelanto que se equivoca; si alguien piensa que el trabajo, el esfuerzo y el talento de estos chicos puede abrirse camino sin la cooperación necesaria de sus profesores es que no sabe de qué va esto: todos somos necesarios e imprescindibles. Así que, aunque haya quien no le dé importancia, yo creo que el protocolo sí es importante, y no se entiende muy bien que en ese acto estuvieran el Presidente de la FEMP y la Directora del IMEX -con todos mis respetos a los dos- pero no un representante de los centros responsables de formar a esos chicos. Teniendo en cuenta que este es el segundo año consecutivo que ocurre este ¿fallo? protocolario, uno empieza a albergar ciertas dudas acerca de la consideración que merecemos a los organizadores del evento. Seguro que hay explicaciones prácticas concernientes al espacio del local, u otras razones igual de prosaicas, pero no me valen; no son aceptables. Por cierto, ¿había representantes sindicales en el acto? Se admiten apuestas.