Cuando los bancos de alimentos solo funcionaban en grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla, un cacereño decidió poner a prueba la solidaridad de sus vecinos y crear un Banco de Alimentos en Cáceres. "Fue en 1994, en una reunión en Sevilla en la que me hablaban de los bancos de alimentos, gente que estaba llevando el de Sevilla... Y yo les pregunté ¿puedo crear uno en Cáceres?", recuerda Francisco Candeleda sobre el inicio de la andadura en la ciudad de esta institución que, tres décadas después, cuenta con una red de más de 300 voluntarios y una veintena de colaboradores que acuden cada día a las instalaciones de Aldea Moret para gestionar la ayuda.

Ayer también estuvieron, aunque la principal tarea de la jornada era inaugurar una nueva sala, habilitada en la antigua casa del guarda y que desde ayer lleva el nombre del impulsor del Banco de Alimentos de Cáceres, Francisco Candeleda. Fue un acto sencillo en el que Candeleda --emocionado y rodeado por su familia-- descubrió una placa en la puerta de acceso a la sala junto al actual presidente del Banco de Alimentos, Juan Carlos Fernández Rincón.

Solidaridad

"Poder ayudar a los demás siempre ha sido lo más importante para mí", reconoce Candeleda sobre las razones que le llevaron a embarcarse en un proyecto que hoy es toda una referencia en la gestión de la ayuda. Pero los comienzos fueron difíciles porque los medios eran muy escasos.

"Comenzamos nueve personas de forma particular, recogiendo con nuestros propios coches las mermas de los dos supermercados que había en la ciudad, Eroski y Tambo", explica este empleado de Telefónica jubilado. Así estuvieron durante durante un año, hasta que en 1996 se incorporaron oficialmente a la red nacional de bancos de alimentos y llegaron las ayudas estatales.

El almacén que aún conservan en la calle Ródano fue el primero en el que comenzaron a acumular la comida que recibían y en el que se hicieron los primeros repartos. "Lo instalamos aquí, porque era el barrio con más necesidades", explica sobre esos comienzos , "íbamos dando la ayuda a las familias que lo necesitaban", recuerda. Una década después se instalaron en el silo actual, al ayer incorporaron una modesta sala de reuniones (habilitada con fondos de la Fundación Valhondo y la ayuda de la empresa Plano) que servirá para preparar las actividades con los voluntarios. En el interior hay una gran mesa central de trabajo (donada por un voluntario carpintero) y algunos reconocimientos, como el Premio Príncipe de Asturias. Fuera, siempre se recordará a las primeras manos del Banco de Alimentos de Cáceres.