Los cacereños no han limitado su fascinación por el cine a ver películas, también las han rodado. Según el estudio de Angélica García-Manso sobre la Edad de Oro del Cine en Cáceres, Julio González Borreguero ya rodaba vistas de la ciudad en 1904. El filme El agua en el suelo fue grabado en Cáceres en 1934 por Eusebio Fernández Ardavín. Pero lo mejor llegó en la ‘década prodigiosa’, que se abrió con la película Segundo López, aventurero urbano, dirigida por la afamada Ana Mariscal con un plantel completamente cacereño: su protagonista (Segundo López), el actor que le dio vida (Severiano Población), su guionista (Leocadio Mejías) y el director de fotografía (Valentín Javier).

Aunque la trama de la película se desarrolla en Madrid, durante los primeros minutos se concentran varias escenas en las que aparece perfectamente retratada Cáceres. «Es de justicia señalar la magnífica fotografía del filme, en cuyos encuadres y claroscuros se aprecia la huella impecable de los trabajos de Valentín Javier», explica Angélica García-Manso.

Otra película trascendente para la ciudad fue La cuarta carabela, dirigida en 1962 por Miguel Martín. Por primera vez los fotogramas recogían no solo la parte antigua, sino el ensanche representado por Cánovas y sus aledaños. Además, durante los años 50 y 60 se rodaron en la ciudad varias superproducciones de carácter nacional e internacional, en las que Cáceres sirvió de privilegiado escenario: La fierecilla domada (1956), con Carmen Sevilla y Alberto Closas; la producción francesa Tulipán negro (1963), con Alain Delón; o la italiana Pedro el Cruel (1964).

En aquellas años también destacó especialmente Manuel Pérez Sala con sus Producciones Pérez Sala, que rodó seis películas en Cáceres: Éxodo de salvación (1954), sobre la fundación de la ermita y actual Santuario de la Montaña, además de Wolfram (1956), Montehermoso (1957), Imperator (1958), Norba Caesarina (1959) y Égloga (1961).

También los cineclubes jugaron un papel muy destacado en el auge del séptimo arte en Cáceres. En 1957 la ciudad ya contaba con dos: el de la Obra Interparroquial Recreativa (OIR) y el de la Casa de la Cultura.