El panorama no es nada halagüeño. Que Extremadura pierde población es algo sabido por la mayoría, pero si siempre se pone el acento en el despoblamiento de las zonas rurales, las urbanas no tienen un futuro más prometedor. La ciudad de Cáceres es uno de estos casos. De 95.584 habitantes en 2016, según el Instituto de Estadística de Extremadura, en 2017 se pasó a 94.579, 1.005 habitantes menos.

El dato no sorprende teniendo en cuenta las cifras de fallecimientos y nacimientos de la provincia cacereña. El año pasado hubo 4.112 defunciones frente a 2.645 partos, según la Subdelegación del Gobierno en Cáceres. Esto quiere decir que nacieron 1.465 niños menos que personas fallecieron. El profesor de Geografía de la Universidad de Extremadura, Antonio Pérez, pone el acento en que esta situación no es exclusiva de Cáceres, «otras ciudades también pierden población», señala. Lo preocupante de la capital cacereña es que «el saldo vegetativo negativo es excesivo», explica Pérez, «en otras ciudades no estamos en números rojos, pero se ha reducido el saldo vegetativo positivo».

Esto quiere decir que en otras ciudades de la región se pierde población pero aún hay más nacimientos que defunciones.

Pero en Cáceres no es así, por eso la población se reduce y seguirá con esta dinámica, según las previsiones del Instituto de Estadística de Extremadura, hasta el 2031, no porque a partir de entonces se espere un crecimiento, sino porque ahí han parado sus previsiones.

Para Antonio Pérez, el caso cacereño tiene una explicación, la población en la capital ha llegado a un estado de saturación, «durante una década ha absorbido habitantes de la provincia, atraídos por las posibilidades de trabajo en construcción y otros poco cualificados», y añade un ejemplo, «de unos 40.000 habitantes en los 80, hemos pasado a casi 100.000». Sin embargo, «la ciudad ya no puede absorber más», considera este profesor de Geografía.

Detrás de las cifras negativas y las malas expectativas sólo hay una causa, «como no ha habido un despegue industrial, no se genera empleo», señala Antonio Pérez, «en los polígonos de Charca Musia y las Capellanías que se hicieron para eso, ahora tienen básicamente naves».

El sociólogo y profesor de la Uex, Marcelo Sánchez-Oro, apunta en la misma dirección, «las ciudades son atractivas en la medida en la que ofrecen posibilidades laborales», si no lo hacen, la gente se va. Para estos dos profesores, sólo el empleo es la solución, «el saldo vegetativo viene fallando desde hace tiempo», remarca Sánchez-Oro, pero con la falta de empleo, los flujos migratorios también, «y en Cáceres claramente falla».

Si a comienzos de este siglo la ciudad recibió inmigración atraída por un trabajo, su escasez provoca su marcha, con lo que el total de la población se resiente. «Los primeros que abandonaron el entorno urbano fueron los inmigrantes, no los jóvenes», afirma Marcelo Sánchez-Oro, «primero se fueron los rumanos y luego, los latinoamericanos».

Aunque es cierto que a Extremadura han llegado muchos ‘neorurales’, personas nacidas y criadas en grandes ciudades que buscan en los pueblos un cambio en sus vidas, así como emigrantes retornados, esta población, según el profesor de Sociología, «en los pueblos sirven para mantener mínimamente sus poblaciones, pero es muy poco significativo» y, menos, en las ciudades. Además, muchos de ellos, sobre todos los retornados, «suponen sólo un flujo, porque mantienen parte de sus vidas en Cataluña, Madrid, País Vasco o Andalucía», explica Marcelo Sánchez-Oro, no es una población fijada completamente en este territorio.

Las políticas de fomento de la natalidad tienen, según el criterio de este sociólogo, «un efecto muy limitado o no sirven, en el sistema actual capitalista, para revertir el envejecimiento de la población». «La única posibilidad es modular los flujos de inmigrantes y para eso hay que hacer la ciudad atractiva y eso sólo se consigue con empleo, nadie va a venir a vivir aquí por el Womad o el patrimonio, que están muy bien para otras cosas, pero no crean un modelo económico sostenible», explica Sánchez- Oro.

«Cáceres no genera empleo», incide Antonio Pérez, «se está yendo a pique el comercio, se cierran empresas de iniciativas de autoempleo al poco tiempo, no hay capacidad de mantenerlas, ya no caben más restaurantes y cafeterías», señala.

Los dos profesores apuntan a la mina de litio que se ha planteado en Cáceres, «antes de que digan lo que va a ser, ya están en contra», opina Pérez. «Cualquier experto en desarrollo humano diría que no se puede desaprovechar en un principio», considera Sánchez-Oro. Aunque no entran a valorar en profundidad los pros y contras del proyecto.

Lo que sí valoran es la realidad del despoblamiento urbano, «una ciudad sin población no la quiere nadie», sentencia Antonio Pérez. Su colega sociólogo opina de la misma manera, «lo malo de que una ciudad no crezca es que no es sostenible en el tiempo». Las urbes deben tener «suficiente autonomía económica y social para que promuevan dinámicas de crecimiento autónomo, si no es así, se empobrecen», explica Marcelo Sánchez-Oro.

Si bien la dinámica poblacional de toda la región es similar, los casos particulares no lo son tanto. «Si el sistema urbano de Extremadura se asienta en cuatro ciudades y una empieza a fallar, se produce un desequilibrio que genera tensiones tanto sociales como políticas», expone Sánchez- Oro. Si quien «tira del carro» es Badajoz, «la visión desde Cáceres es que no hay un reparto equitativo de los recursos», concluye este profesor de Sociología.