El otro día, mi vecina la señora María, que es del barrio de toda la vida, me abordaba en la puerta de casa con el siguiente saludo: "Dile al alcalde que de quitar el puente nada de nada, que es tan del barrio como nosotros".

Como vecino sobre todo, aunque también como concejal del ayuntamiento, me veo nuevamente en la obligación moral de compartir con el resto de los ciudadanos y ciudadanas del barrio de San Francisco y de toda la ciudad un tema que, una vez más, toca la fibra sensible de quienes nos hemos criado y hemos crecido en el entorno del puente de San Francisco. Primero fue el Camino Llano el que sufría una gravísima agresión con la traumática demolición de las Casas de Carrasco, realizándose desde la tranquilidad que a los promotores sin escrúpulos proporciona la despreocupación a que, desgraciadamente, estamos acostumbrados en esta ciudad por estos temas. Ahora le toca el turno al puente de San Francisco, uno de los elementos emblemáticos y patrimoniales de la ciudad, no tanto por su valor histórico como por el que representa en la memoria colectiva del barrio y de toda la ciudad.

No hace mucho tiempo, el concejal de Obras del ayuntamiento nos encogía el corazón con la noticia de derribar el puente de San Francisco para disponer en su lugar un viaducto elevado que permitiera una mejor circulación.

Los que somos de este barrio y tenemos que soportar los insufribles atascos que se producen todos los días en la calle Mira al Río y aledaños del puente de San Francisco, con el consiguiente deterioro de la calidad ambiental del mismo y, sobre todo, el peligro de la sinrazón y de una línea de autobuses que tiene que recorrer unos metros en dirección prohibida, venimos reclamando y reclamamos una solución inmediata para el caos circulatorio de este barrio, pero no a costa de hacer del puente de San Francisco el chivo expiatorio de la falta de ideas. Que caigan menos puentes y rueden más cabezas.