En nuestro repaso, más festivo que científico, por las particularidades del lenguaje estándar de la ciudad feliz , nos detendremos hoy en expresiones coloquiales y vulgarismos muy comunes en el habla de los cacereños. Junto con el mi niño , el o algo , el tener buena pinta o pintina , el ser de buena familia , etcétera, conforman un particular diccionario cacereñúo .

Se trata de palabras y decires que en la ciudad feliz se entienden por normalísimos, pero provocan extrañeza, cuando no sonrisa o escándalo, en los hablantes de otras regiones.

Me refiero, por ejemplo, a esa costumbre tan cacereña de llamar pesca al pescado. "Hoy tenemos una pesca fresquísima: lenguados, lubinas, merluza, dorada", recita el camarero castizo al turista de Zamora y el visitante se hace cruces y no sabe si lo de pesca es un tipo de pez, como la pescada (merluza) portuguesa.

A pescar cada noche

Aunque si el cliente es de puerto de mar, piensa que ha entrado en un restaurante tan profesional que su propietario tiene un barco y sale de pesca cada madrugada para servir el mejor producto de España.

Esas sonrisas ante la pesca se convierten en franco pitorreo cuando el cacereño anuncia a sus vecinos de apartamento playero que va a subir a la habitación para quitarse los pantalones y bajar en calzonas. La calzona es una prenda protectora que usan los vaqueros y picadores taurinos y el calzón pasa por ser el calzoncillo o un remedo de la braga femenina.

En consecuencia, los vecinos de veraneo se quedan estupefactos y expectantes esperando ver aparecer al cacereño ataviado cual picador o exhibicionista. La desilusión sobreviene cuando descubren que en Cáceres los pantalones cortos se llaman calzonas. Y si no me creen, vayan ustedes a un córner Nike de Bilbao o Zaragoza y pidan unas calzonas, ya me contarán qué cara les pone el dependiente.

Los hablantes de la ciudad feliz también nos apuntamos al vulgarismo y empleamos el quedar por el dejar: "Esa noticia me ha quedado de piedra... Me he quedado el bolso en casa". O el caer por el tirar: "No te muevas tanto que vas a caer el jarrón". Pero estamos tan orgullosos de nuestros quedares y caeres que hasta nos peleamos con quienes nos los afean por incorrectos. ¡Eso sí que es nacionalismo lingüístico!

Más divertidas son dos expresiones típicas. Una se basa en el empleo del como. Pero no del como muy moderno y pijillo: "Es como muy fashion". Sino del como a secas.

Se podría incluir en el acervo de dichos relativizadores e indefinidos que tanto gustan a los cacereños, enemigos de las afirmaciones categóricas. Recordemos el: "Hace frío o algo" y comparémoslo con el: "Hace como frío", que se emplea aunque el termómetro marque tres bajo cero.

Al como hay que sumarle el dicen, que también gusta mucho al cacereño: le permite escudarse otra vez en la indefinición y huir del compromiso: "Pues dicen que van a poner luces nuevas en la plaza".

O sea, sabemos perfectamente lo de la nueva iluminación, lo hemos leído en la prensa, oído en la radio y visto en la tele, pero nos escudamos en el dicen para no pillarnos los dedos.

Hablando cacereñego no metes la pata nunca. Que la vecina se ha divorciado y hasta has leído la sentencia, no hay problema, lo puedes contar de muchas formas sin parecer tajante ni violento: "Es que se ha divorciado o algo... Creo que está como divorciada... Pues dicen que se ha divorciado".

Que la sopa de marisco navideña de tu suegra estaba salada, no te preocupes porque se lo puedes comentar a tus cuñadas sin ofenderlas: "Me pareció que la sopa estaba salada o algo... Estaba como salada... Dicen que sabía salada". Y si quieres, hasta puedes hacer un tres en uno y no habrá quien te pueda acusar de nada: "Pues dicen que la sopa estaba como salada o algo"