"¿Qué hacer señora?, ¿qué hacer, qué hacer?..." y desde el minuto cero Cornelia no pudo parar de llorar. Soledad, indignación, tristeza, desesperanza..., podían verse en los ojos de Cornelia Bután, una mujer rumana afincada en la ciudad de Cáceres desde hace seis años que se encuentra desempleada desde hace dos. Su situación es crítica. Hace unos días que ya no tiene ni luz ni agua.

Vino aquí buscando un trabajo, y lo encontró. Durante tres años estuvo trabajando en varias casas haciendo las labores domésticas. Todo parecía irle bien, así que decidió traerse a su hija y a su nieta, que ahora tiene 6 años. Pero su sueño se truncó. Las familias para las que trabajaba, alertadas por la crisis, tuvieron que prescindir de sus servicios. Desde aquel día nunca volvió a estar en activo.

"Me han cortado el agua y la luz, ¡no puedo pagarla!, ¿cómo voy a lavar a mi nietita ? ¿Qué hacer, señora?, ¿qué hacer?", vuelve a repetir Cornelia. Cada día se levanta por las mañanas, coge su carro rojo y sale en busca de un trabajo. Pero nunca hay suerte: "¿por qué yo?, ¿qué he hecho yo?", Cornelia tiene dificultades para comunicarse, lo poco que sabe de castellano lo ha aprendido en la calle.

Le cuesta, pero arranca: "nunca imaginé que tendría que sentarme en una acera a pedir, y lo he hecho. No tenemos nada, mi hija tampoco encuentra trabajo", explica como si se avergonzara de sí misma. De hecho, con el poco dinero que les queda, su hija, que no consigue que le homologuen el título de ingeniero agrónomo, ha decidido viajar a Barcelona con su nieta y probar suerte allí: "yo no puedo ir, no hay más dinero. Me quedo sola, sola", dice.

El ayuntamiento les paga el alquiler de la casa, y el Imas les acaba de conceder una ayuda de 400 euros. "Mis vecinas me traen algo de comida. ¿Qué hacer, señora, qué hacer?", se repite Cornelia, incapaz, a pesar de todo, de darse por vencida.