Hace unos días como responsable educativo del PP, denuncié en rueda de prensa el lamentable estado de parte de las instalaciones del IES Universidad Laboral de Cáceres, presentando ante la opinión pública un reportaje gráfico, contundente y clarificador, de la ruinosa situación de algunas de las estancias del centro.

Una de las funciones principales de un dirigente político, en su condición de representante electo de los extremeños, es denunciar todas aquellas cosas que atañen al bienestar de los ciudadanos, y evidentemente el estado de un edificio público, en este caso un centro educativo, es una de ellas.

Esta es una de las responsabilidades ineludibles que los ciudadanos me han encomendado. Si no la ejerciera estaría haciendo dejación de mis derechos, e incurriendo en un abandono de mis obligaciones.

En la denuncia que formulé no hay ningún ataque ni personal ni colectivo hacia el equipo directivo del centro, pues al fin y al cabo deben ser funcionarios públicos que cumplen con su obligación de gestionar correctamente el funcionamiento del centro educativo, y se les supone y se les exige una asepsia política en su actuar, pues deben y tienen que representar el bien común de la colectividad, nunca de una determinada opción política, ni siquiera la de la actual administración educativa.

Lamentablemente no ha sido este el comportamiento del director del centro, que arrogándose unas atribuciones impropias de un funcionario imparcial, arremete contra el Partido Popular, convirtiéndose en paladín político al servicio no de su centro, sino de la administración educativa. Es el mundo al revés, quien se supone que debe velar por tener unas instalaciones dignas y en perfecto estado, olvida cuál es su cometido como director, lo supedita y se convierte en defensor político, para arremeter contra una opción legítima que el único pecado que ha cometido ha sido presentar una clarificadora denuncia sobre unas instalaciones, tan patente y rotunda, que evidentemente no ha sido ni puede ser desmentida.

En mi alegato jamás arremetí contra los alumnos. Es más, la finalidad de esta iniciativa se encaminaba a la mejora de las condiciones de habitabilidad y seguridad de los internos/as. El intento del director del centro de parapetarse tras los alumnos de quienes dice que han considerado las fotografías como un insulto a su dignidad personal, atribuyéndome la creencia de que viven como cerdos, es además de una manipulación vil y rastrera, un insulto a la inteligencia. Jamás he intentado vejar a un alumno, cosa que usted sabe perfectamente que no puede decir todo el mundo. ¿O le falla la memoria?

Resulta patético su ataque al anterior director provincial de Educación (¡del PP claro!), que fue quien consignó el presupuesto que posibilitó el arreglo de las dependencias, y que siempre fue exquisito en su trato con usted. ¿O también le falla la memoria?

Mis intereses son públicos y notorios, y los conoce toda la comunidad educativa extremeña. ¿Cuáles son los suyos? ¿Por qué ese ataque desmedido a todo lo que suene a PP? ¿Es ese el cometido de un director de instituto? Fíjese que yo he intentado que su centro mejore las instalaciones materiales y usted me ha llamado "alimentador de broncas políticas", y me ha acusado de escupir a la administración, de atacar a la enseñanza pública, etcétera. Pero no me voy a arredrar por ello. Muy al contrario. Voy a ejercer con rigor mis funciones de control y seguimiento a las que me debo y que me otorga el reglamento de la Asamblea de Extremadura para indagar hasta el último resquicio el asunto que nos ocupa y la gestión del mayor centro educativo de Extremadura, velando siempre por los intereses de alumnos, padres y profesores.

Y en todo este desaguisado surge un espontáneo, profesor del centro, que también se sube al carro de matar al mensajero, y no le importa instrumentalizar su columna de opinión para criticar que denunciemos algo que es de cajón. La insistencia machacona en aludir al autor anónimo, delata un afán morboso en conocerlo. ¿Qué importa que sea anónimo? ¿Es real o no la denuncia? ¿No sabe que en esta tierra nuestra aún hay miedo a la nomenclatura? Ese columnista se permite gritar: "¡Dejen en paz a la Universidad Laboral!". Y la pregunta surge espontánea: ¿quién ha atacado a la Universidad Laboral, o al claustro, o a la comunidad educativa?...

He denunciado el lamentable estado de unas instalaciones inadecuadas, nada más. Demasiada artillería la del funcionario metido a político y la del columnista indignado, para una denuncia que se antoja evidente y obligada.

Aquí hay más tela que cortar y ahora sí que tenemos la obligación de investigar.