El problema de La Madrila ha permanecido desde siempre y se agudizó en el 92 con los incidentes de desorden público. El problema lleva más de 30 años, no es de 2007, quien diga eso no dice la verdad». Son palabras del que fuera jefe de la Policía Local entre marzo del 2009 y septiembre del 2014, Emeterio Corchado, que declaró ayer en calidad de testigo en una nueva sesión del juicio por los ruidos de La Madrila.

Señaló que uno de los principales problemas de la zona era la aglomeración de gente en la plaza de Albatros, donde se concentraban «miles de personas» los fines de semana. «Esto ocurría -dijo- porque la normativa de la Junta permitía abrir a los locales cuatro horas después de que hubieran cerrado y la gente esperaba en la plaza», añadió. De hecho manifestó que tan «habituales» eran las denuncias de los vecinos por el ruido en los establecimientos como en la calle. Sin embargo reconoció que la policía «poco» podía hacer porque resultaba imposible «desalojar» la plaza.

En este sentido, afirmó que la exalcaldesa Carmen Heras (imputada en este proceso junto al fue su concejal de Seguridad Ciudadana, Carlos Jurado) prohibió abrir a los locales con licencia de café bar hasta las 9.00 horas y debían hacerlo, además, sin equipos reproductores de música. Y añadió que a pesar de sucederse problemas de orden público (peleas, agresiones con arma blanca e incluso una muerte en una ocasión), la Policía Nacional no llevaba a cabo un control en la zona, cuando se trataba de incidentes que eran de su competencia.

Por otro lado aseguró que con el exconcejal Carlos Jurado solía celebrar reuniones en las que trataban el problema, que «preocupaba» al equipo de gobierno. «Todos los domingos por la mañana le llamaba para informarle de cómo había transcurrido el fin de semana», dijo Corchado. Y añadió que Heras tomó ciertas medidas que ningún otro alcalde hizo, como -mencionó- la nueva ordenanza o el corte al tráfico de la calle Santa Teresa de Jesús.

En cuanto a los expedientes aclaró que el encargado de iniciarlos y de impulsarlos era el técnico municipal, Javier Alonso. Jurado era el instructor de los mismos y Heras la encargada de sancionar o no, como «máxima autoridad responsable». Fue preguntado asimismo por el sonómetro que utilizaba la Policía Local para llevar a cabo las mediciones. «Era nefasto», sentenció, haciendo referencia a que tenía muchos problemas y se estropeaba muy a menudo. Aunque estaba «homologado y certificado».

Ayer también declaró como testigo Pilar Bacas, una vecina del número 8 de la calle Doctor Fleming y que se desvinculó de la querella criminal por considerarla desproporcionada. «Me arrepiento profundamente de haber firmado aquella querella, la retiré porque iba por lo penal y a mí me parece que esto es un problema administrativo, no me parece algo como para que la gente vaya a la cárcel», sentenció. Y afirmó que considera «injusto» que solo se haya incriminado a Carmen Heras, cuando «las licencias (a los bares) se dieron antes de estar ella».

EN LA CALLE / A Bacas le molestaba el establecimiento llamado Pasadena Copas, cuyo ruido le sigue afectando hoy en día a pesar de que ha cambiado de nombre y de dueño y de que no se encuentra como local imputado en esta causa. En cambio aclaró que el ruido que ella percibe no es de la música, sino de la gente que se aglomera en el exterior. Y dice que el ruido ya existía antes del 2007: «Nunca se ha podido dormir, ni antes ni ahora», manifestó.

Por su parte la vecina Inés A. fue la primera en prestar ayer declaración, viuda de Manuell C., que fuera presidente de la asociación Peña del Cura. De hecho su marido puso denuncias contra Barroco, La Belle y La Cuerda, locales que afectaban a vecinos que pertenecían a Peña del Cura, a pesar de que a ellos no les molestaba ningún local. El matrimonio se unió a Cacereños contra el ruido para ayudar a los vecinos que sí tenían problemas y reclama 12.000 euros por daños.

Por último dio su testimonio Diego Redondo, vecino del número 2 de Doctor Fleming y a quien afectaban los ruidos de Latino’s y Barroco. «Por la noche era imposoble conciliar el sueño, retumbaban los barrotes de la cama y los cristales», señaló. Esto le provocó «insomnio, ansiedad y problemas en el trabajo». Y asegura que el problema no ha cesado.